miércoles, 7 de junio de 2017

La inseguridad alimentaria

Federico González
«Conocemos el hambre, estamos acostumbrados al hambre: sentimos hambre dos, tres veces al día. No hay nada más frecuente, más constante, más presente en nuestras vidas que el hambre y, al mismo tiempo, para muchos de nosotros, nada más lejano que el hambre verdadera.» Martín Caparrós, El Hambre
«Madre antigua y atroz de la incestuosa guerra, borrado sea tu nombre de la faz de la tierra.» Jorge Luis Borges, poema “El hambre”


















La persistencia de la pobreza y el hambre de los argentinos
La noticia apareció bajo un titular alarmante: “Seis millones de personas padecen hambre en la Argentina, según un informe de la UCA[1].
En el copete se decía que: «Un relevamiento realizado por el Observatorio de la Deuda Social señala que “uno de cada diez hogares no tiene los recursos para alimentar a su familia”». Y se agregaba: «También refleja que en el país hay ocho millones de personas que viven en situación de pobreza”»
Como ocurre con tantas otras, la noticia pasó acaso inadvertida. Como suele decirse: hemos naturalizado tantas cosas que ya no nos sorprende ni nos afecta casi nada.

Pobreza, hambre y desnutrición: la tríada de le vergüenza argentina:
Expresiones como estas no son novedad: «¿Cómo puede ser que en Argentina, donde se producen alimentos para 300 millones de personas, exista gente que recoge basura en los tachos, chicos desnutridos y gente que come una vez por día, o menos?» Solemos repetir con liviandad que “lo que mata es la humedad” y recordamos en clave de hallazgo perspicaz  que “La corrupción mata” (lo cual es cierto); pero ya casi nos hemos anestesiado a que “lo que mata es la inseguridad”, y ni siquiera recordamos que —mientras tanto— “el hambre sigue matando”

La importancia de comer
En un artículo reciente, el Diputado Marco Lavagna señala con precisión: «Según la FAO, hay seguridad alimentaria cuando las personas tienen en todo momento acceso físico y económico a los alimentos básicos que necesitan. En palabras más simples, seguridad alimentaria es la materialización del derecho a comer». Luego agrega: «Cuando empeora la situación económica, una de las variables que más se resiente es la seguridad alimentaria en los segmentos más vulnerables (…) cuando se complica la economía, hay riesgos de que se vulnere el derecho a la seguridad alimentaria en los sectores de menores ingresos»

El hambre: La otra gran inseguridad
Los argentinos vivimos angustiados por lo que se ha dado en llamar “el flagelo de la inseguridad”. La inseguridad refiere a una amenaza potencial que puede cobrarnos la propia vida o la de nuestros seres queridos. Es transversal: nos amenaza a todos.  
La certera y dramática frase de Lavagna conduce a reflexionar sobre otra inseguridad: el hambre. A diferencia de la inseguridad delictiva, el hambre no ataca a todos, pero sí a muchos. Al igual que la inseguridad delictiva, el hambre puede matar y lo hace. Aunque desde cierta zona de confort donde solemos habitar suene como una idea abstracta o alejada.

El hambre que duele:
El hambre. A veces mata. Pero siempre duele. Como lo expresan las citas de Caparrós y Borges, el hambre es real y atroz para quien lo padece sin poder saciarlo. El hambre es un aguijón en el cuerpo que turba el alma. Pero, como señala Caparrós, todos lo conocemos, pero olvidamos dimensionar lo que significa padecerlo todos los días.

Comer o no comer
¿Podré darle hoy de comer a mis hijos? ¿Tendrán hoy los argentinos las proteínas necesarias para alimentar sus cuerpos y sus cerebros? Preguntas sin respuesta o con respuesta negativa.
Pero mientras tanto nos devaneamos con puerilidades necias como si hay o no polarización, o si CFK se presenta o no se presenta. Y mientras se nos va la vida en falsas disyunciones o pseudoproblemas de élites (como diría algún filósofo abonado a los medios), o en simples “tonterías para la gilada que lo mira por TV” (como diría mi primo Cacho); el hambre sigue acechando como a aquel  “Chiquilin de Bachin”

Es el hambre: animal!
Parafraseando la famosa  frase del asesor de Bill Clinton, “¡Es la la economía, estúpido! Aquí cabe reformularla: ¡Es el hambre, animal!
Sin duda, el espíritu de aquella celebre sentencia parecía indicar: “No le demos más vueltas al asunto; ya lo sabemos: el tema es la economía”. Pues aquí es lo mismo: “No demos más vueltas, no nos retorzamos en esgrimas dialécticas y chicanas absurdas: hay que resolver el problema del hambre ¡ya!”.
Porque “Es aquí y es ahora”, como Ud. bien nos dijo Sr. Presidente, y ahora parece que se hubiera olvidado.

La Argentina muerta de hambre que supimos conseguir
Fuimos y (y aún seguimos siendo) “el granero del mundo”. Pudimos ser la “Argentina potencia”, la “Argentina del primer mundo”, la “Argentina desarrollada”. Pudimos serlo, pero no lo fuimos. En cambio somos la “Argentina muerta de hambre”.
Sí, claro, algún lector podría objetar: «pero ¿no está Ud. exagerando?, ¿no nos está haciendo trampa con metáforas sensibilizantes?, ¿No tendrá razón Duran Barba cuando dijo que “Argentina no es Calcuta”?, ¿no son “golpes bajos”?». A lo que respondo: puede ser. Pero para muchos argentinos, el hambre que mata no es una metáfora; es una realidad.