Federico González
«Conocemos el hambre, estamos acostumbrados al
hambre: sentimos hambre dos, tres veces al día. No hay nada más frecuente, más
constante, más presente en nuestras vidas que el hambre y, al mismo tiempo,
para muchos de nosotros, nada más lejano que el hambre verdadera.» Martín Caparrós,
El Hambre
«Madre antigua y atroz de la
incestuosa guerra, borrado sea tu nombre de la faz de la tierra.» Jorge
Luis Borges, poema “El hambre”
La persistencia de la pobreza y el hambre de los argentinos
La noticia
apareció bajo un titular alarmante: “Seis
millones de personas padecen hambre en la Argentina, según un informe de la UCA”[1].
En
el copete se decía que: «Un relevamiento realizado por el
Observatorio de la Deuda Social señala que “uno de cada diez hogares no tiene
los recursos para alimentar a su familia”». Y se agregaba: «También
refleja que en el país hay ocho millones de personas que viven en situación de
pobreza”»
Como
ocurre con tantas otras, la noticia pasó acaso inadvertida. Como suele decirse:
hemos naturalizado tantas cosas que ya no nos sorprende ni nos afecta casi nada.
Pobreza, hambre y desnutrición: la tríada de le vergüenza argentina:
Expresiones
como estas no son novedad: «¿Cómo puede ser que en Argentina, donde se producen
alimentos para 300 millones de personas, exista gente que recoge basura en los
tachos, chicos desnutridos y gente que come una vez por día, o menos?» Solemos
repetir con liviandad que “lo que mata es la humedad” y recordamos en clave de
hallazgo perspicaz que “La corrupción
mata” (lo cual es cierto); pero ya casi nos hemos anestesiado a que “lo que
mata es la inseguridad”, y ni siquiera recordamos que —mientras tanto— “el
hambre sigue matando”
La importancia de comer
En
un artículo reciente, el Diputado Marco Lavagna señala con precisión: «Según la
FAO, hay seguridad alimentaria cuando las personas tienen en todo momento
acceso físico y económico a los alimentos básicos que necesitan. En palabras
más simples, seguridad alimentaria es la materialización del derecho a comer».
Luego agrega: «Cuando empeora la situación económica, una de las variables que
más se resiente es la seguridad
alimentaria en los segmentos más vulnerables (…) cuando se complica la
economía, hay riesgos de que se vulnere el derecho a la seguridad alimentaria
en los sectores de menores ingresos»
El hambre: La otra gran inseguridad
Los
argentinos vivimos angustiados por lo que se ha dado en llamar “el flagelo de
la inseguridad”. La inseguridad refiere a una amenaza potencial que puede
cobrarnos la propia vida o la de nuestros seres queridos. Es transversal: nos
amenaza a todos.
La
certera y dramática frase de Lavagna conduce a reflexionar sobre otra
inseguridad: el hambre. A diferencia de la inseguridad delictiva, el hambre no
ataca a todos, pero sí a muchos. Al igual que la inseguridad delictiva, el
hambre puede matar y lo hace. Aunque desde cierta zona de confort donde solemos
habitar suene como una idea abstracta o alejada.
El hambre que duele:
El
hambre. A veces mata. Pero siempre duele. Como lo expresan las citas de
Caparrós y Borges, el hambre es real y atroz para quien lo padece sin poder
saciarlo. El hambre es un aguijón en el cuerpo que turba el alma. Pero, como señala
Caparrós, todos lo conocemos, pero olvidamos dimensionar lo que significa
padecerlo todos los días.
Comer o no comer
¿Podré
darle hoy de comer a mis hijos? ¿Tendrán hoy los argentinos las proteínas
necesarias para alimentar sus cuerpos y sus cerebros? Preguntas sin respuesta o
con respuesta negativa.
Pero
mientras tanto nos devaneamos con puerilidades necias como si hay o no
polarización, o si CFK se presenta o no se presenta. Y mientras se nos va la
vida en falsas disyunciones o pseudoproblemas de élites (como diría algún filósofo
abonado a los medios), o en simples “tonterías para la gilada que lo mira por
TV” (como diría mi primo Cacho); el hambre sigue acechando como a aquel “Chiquilin de Bachin”
Es el hambre: animal!
Parafraseando
la famosa frase del asesor de Bill
Clinton, “¡Es la la economía, estúpido! Aquí cabe reformularla: ¡Es el hambre,
animal!
Sin
duda, el espíritu de aquella celebre sentencia parecía indicar: “No le demos más
vueltas al asunto; ya lo sabemos: el tema es la economía”. Pues aquí es lo
mismo: “No demos más vueltas, no nos retorzamos en esgrimas dialécticas y
chicanas absurdas: hay que resolver el problema del hambre ¡ya!”.
Porque
“Es aquí y es ahora”, como Ud. bien nos dijo Sr. Presidente, y ahora parece que
se hubiera olvidado.
La Argentina muerta de hambre que supimos conseguir
Fuimos
y (y aún seguimos siendo) “el granero del mundo”. Pudimos ser la “Argentina
potencia”, la “Argentina del primer mundo”, la “Argentina desarrollada”.
Pudimos serlo, pero no lo fuimos. En cambio somos la “Argentina muerta de
hambre”.
Sí,
claro, algún lector podría objetar: «pero ¿no está Ud. exagerando?, ¿no nos está
haciendo trampa con metáforas sensibilizantes?, ¿No tendrá razón Duran Barba
cuando dijo que “Argentina no es Calcuta”?, ¿no son “golpes bajos”?». A lo que
respondo: puede ser. Pero para muchos argentinos, el hambre que mata no es una metáfora;
es una realidad.