sábado, 27 de septiembre de 2014

Gira de Cristina y crisis argentina

La crónica podría sintetizarse de modo escueto: Cristina Kirchner realizó una gira por el Vaticano y Nueva York cuyos tramos más salientes fueron su entrevista con el papa Francisco y su discurso en las Naciones Unidas, donde denunció a los fondos buitre, a quienes consideró como formas de terrorismo económico y financiero.
Por cierto, en un nivel de mayor detalle habría que decir que Cristina Kirchner también señaló que Argentina es un triple “leading case” en materia de reestructuración de deuda, atentados terroristas y colonialismo.
También debería mencionarse la referencia a las amenazas a su persona por parte del grupo terrorista ISIS, cuyo origen atribuyó a su amistad con el papa Francisco y a su reconocimiento de los estados de Palestina e Israel.
Y así podría continuarse, recorriendo ese tránsito mental que conduce desde lo macro a lo micro, desde lo estructural a lo detallado. Geografía discursiva que incluiría definiciones estratégicas como la crítica a la política de Barack Obama contra el terrorismo o la actitud hostil de Alemania que favorecería a los buitres, junto a hechos anecdóticos como los regalos al papa Francisco o el acompañamiento de La Cámpora en toda la gira presidencial.
Por el tenor de sus declaraciones y su puesta en escena, Cristina Kirchner insiste en mostrarse ante el mundo como una estratega global capaz de elaborar profundos diagnósticos y revelar las claves del mundo que se avecina.
 Ante tanta pretensión, todo lo demás aparece como detalle menor; como mero epifenómeno de una causalidad profunda cuyo conocimiento está reservado a unas pocas mentes privilegiadas.
El discurso y la realidad. Sin embargo, a veces no resulta tan evidente donde terminan las estructuras y donde comienzan los detalles. Como tampoco resulta clara la diferencia entre la inteligencia declamativa y la austera pericia capaz de resolver los problemas domésticos que, aunque parezcan menores, son los que afligen a los ciudadanos.
Así, mientras Cristina Kirchner desplegaba sus dotes de oradora brillante, uno de los líderes de La Cámpora, se despachaba sentenciando que en Argentina a nadie le preocupa el valor del dólar blue, al tiempo que relativizaba con argumentos pueriles el flagelo de la inseguridad.
Y mientras que lo estructural y lo particular se yuxtaponían en Nueva York, en Buenos Aires ese dólar rozaba los 16 pesos, mientras que la inseguridad endémica seguía cobrándose su cuota de víctimas diaria.
Cuando Cristina Kirchner exclamó apasionadamente que “en épocas de buitres económicos y halcones de la guerra necesitamos más palomas de la paz”, su discurso pretendió mostrar a una presidente profunda y magnánima.
Pero cuando esa misma Presidenta y sus adláteres de turno insisten en soslayar el aguijón de la inseguridad y la inflación irrefrenable no puede dejar de pensarse que, a veces, los “detalles” son el modo más simple en que se expresa la patética realidad oculta tras las magníficas estructuras discursivas.
*Director de González y Valladares  Consultores en marketing político.
http://www.perfil.com/columnistas/Gira-de-Cristina--y-crisis-argentina-20140927-0080.html

domingo, 21 de septiembre de 2014

Máximo y la pragmática de las palabras

Finalmente la incógnita fue develada: Máximo Kirchner emergió de un supuesto poder desde las sombras para hablar públicamente. Su tono, gestos e inflexiones de voz recordaron al Néstor de la primera época. El contenido de su discurso, en cambio, a la Cristina de la última. En una de las frases decisivas y polémicas, Máximo sentenció: “si quieren acabar con el kirchnerismo, ¿por qué no dejan y compiten con Cristina, le ganan a Cristina y sanseacabó? Para luego agregar: “No le tengan miedo a las urnas, no le tengan miedo a la sociedad, al pueblo, al ciudadano.”
A partir de ese momento, apareció una legión de exégetas aplicados a descifrar lo que Máximo realmente dijo, no dijo, quiso decir o dio a entender sin haber dicho. Tal cúmulo de variopintas interpretaciones incluyó éstas: Máximo sugirió la intención  de reformar la Constitución para así habilitar la re-re- elección de Cristina; Máximo en realidad apuntó a mostrar un liderazgo aglutinador de la propia tropa; Máximo dio el primer paso hacia el lanzamiento de su propia candidatura propia, etc.
Además de los intérpretes enfocados a determinar significados, dentro del oficialismo se sumaron voces que se apoyaron en aquel discurso para pasar a definiciones políticas más precisas. Así, Carlos Kunkel, se animó lisa y llanamente a elucubrar que el Congreso se disponga a derogar la norma que impide la re-re-elección, argumentando que si aquél no es capaz de derogar leyes, entonces debería disolverse. Aníbal Fernández fue igualmente enfático al completar el significado que atribuyó al “análisis de laboratorio” (sic) de Máximo: “¿Por qué no se puede? Modifiquemos la Constitución conforme al artículo 30, que dice que usted la puede modificar en todo o en parte”. El “Cuervo” Larroque no quedó atrás cuando sostuvo: “Qué legitimidad puede tener un próximo gobierno que no compite con quien concita la mayor adhesión de nuestro pueblo”; para concluir que “lo mejor que le podría pasar a la oposición sería enfrentar a Cristina Kirchner”.
En Cómo hacer cosas con palabras, el filósofo John Austin destaca que las palabras no sólo son entes informativos, sino también instrumentos para la acción.
En tal sentido, un discurso no es una mera colección de palabras descriptivas de algo, sino un conjunto de actos.
De esto puede derivarse entonces una implicación más bien sencilla para el ámbito de la política: en rigor no importa tanto lo que las palabras literalmente puedan decir, sino las acciones que son capaces de determinar. En algún sentido, el pasaje crítico del discurso de Máximo Kirchner fue trivialmente simple: por qué la oposición no compite con Cristina Kirchner y listo. Pero tal aparente sencillez encubre tal fondo de ambigüedad cuyo significado se revela pleno en la salvaje pragmática de sus repetidores.
*Director de González Valladares Consultores.
http://www.perfil.com/columnistas/Maximo-y-la-pragmatica-de-las-palabras-20140921-0041.html

domingo, 14 de septiembre de 2014

Darwinismo pero al revés

Nuestra última encuesta revela algo similar a lo que venimos constatando en los últimos meses: Sergio Massa sigue primero con 29,3%, seguido por Daniel Scioli con 24,7% y Mauricio Macri con 22,6%. Ciertamente, el escenario electoral parece anclado en un patrón de paridad entre tres candidatos que no terminan de sacarse claras ventajas.
Suele decirse que en la política argentina los tiempos vuelan. Sin embargo, cuando se analiza el contexto electoral, ocurre lo contrario: allí parece que nunca termina de ocurrir demasiado, como si el tiempo insistiera en congelarse.
Cuando, luego de su triunfo en las legislativas de 2013, Sergio Massa irrumpió como la promesa de un nuevo liderazgo político, parecía que se perfilaría como un presidenciable capaz de ganar en primera vuelta. Pero el tiempo fue desdibujando aquel ímpetu primigenio para situarlo en un primer lugar tan cómodo como módico.
Algo análogo parece ocurrir con el ostensible ascenso de Mauricio Macri, evidenciado hace unos meses. Aunque el jefe de Gobierno porteño consiguió colocarse en el podio de quienes tienen chances ciertas, sigue sin poder ubicarse en un claro segundo lugar que le permita avanzar a un ballottage.
El Frente Amplio UNEN ha tenido una evolución congruente con lo que se viene diciendo. Cuando emergió en abril, parecía que se consolidaría una fuerza no peronista con real vocación de poder. Pero pronto las rencillas entre los personalismos, unidas a la dificultad para conciliar lo irreconciliable, sumergieron al frente en una fuerza que no alcanza a definir su identidad ni su rumbo.
Por su parte, Daniel Scioli continúa allí, imperturbable en ese limbo indefinido que parece ser su hábitat natural.
Hace unos días irrumpió un Mauricio Macri exultante luego de un triunfo en Marcos Juárez, que presentó como indicio de los nuevos tiempos en la política. Simultáneamente, una vecina del Bajo Flores denunciaba que su barrio había sido tomado por los narcos. El jefe de Gobierno no emitió opinión al respecto.
Durante la semana, el gobierno de Daniel Scioli lanzó una reforma en el sistema de evaluación de la escuela primaria que suprime los aplazos. Fundamentalmente recibió críticas. Los detractores de Sergio Massa suelen acusarlo de oportunismo. Pero lo cierto es que tuvo la gran oportunidad de encolumnar a la opinión pública detrás de una candidatura que declama el futuro como valor. No sólo no logró tal adhesión, sino que ni siquiera se dispuso aún a lanzar esa candidatura. El darwinismo es el triunfo de los más aptos basado en la irrupción de mejores capacidades. En cambio, el “darwinismo inverso” sería el proceso en el que se van descartando quienes cometen más errores. Quizás eso explique por qué el escenario electoral está estancado.
*Director de González Valladares Consultores.
http://www.perfil.com/columnistas/Darwinismo-pero-al-reves-20140914-0040.html

domingo, 7 de septiembre de 2014

El reacomodamiento de los caciques

Como la política es una variedad de la acción humana, el tiempo es una de sus dimensiones básicas. Aunque falta mucho para 2015, no es menos cierto que su inminencia tiñe la escena. Los gobernadores, esos actores cuyo conjunto entreteje una de las tantas argamasas del poder, lo saben mejor que nadie. Hace unos días, Daniel Scioli ofició de anfitrión  de un encuentro al que asistieron algunos miembros de la cofradía de los gobernadores peronistas, quienes se reunieron secretamente, no para hablar de federalismo sino de supervivencia.
Los miedos parecieron sobrevolar el fondo del reservado encuentro. Miedo a la inflación, a la recesión, al desempleo. Miedo al fantasma de otro diciembre desbordante donde estallen furias reprimidas. Miedo a Macri. Miedo a Cristina. Miedo a que la intemperancia de Kicillof y de La Cámpora lleven las cosas a un punto de difícil retorno. Miedo a un futuro incierto donde puedan perderlo todo.
Como otras veces, los gobernadores “amigos” hablaron de la “unidad”, esa morada mágica desde donde podrían afrontarse tantos temores ancestrales, residuos de aquella dependencia irresuelta de un unitarismo que, tarde o temprano, siempre vuelve a ahogar la autonomía de las provincias.
Los gobernadores amigos volvieron entonces a hablar de lealtades y conveniencias, de astucias y argucias. Mientras se preguntaban por la forma de un futuro que ya ha comenzado y en el cual se sellará su suerte ¿Cómo capitalizar a favor los vientos del cambio antes de que éstos sentencien naufragios? Los grandes estrategas suelen aplicar su energía a la construcción del poder. Juegan a ser el centro. Tienen vocación de sol. En cambio, los estrategas menores sólo buscan un espacio claro donde poder seguir girando. Tienen vocación de satélites. Acaso esa sea la razón por la que Argentina nunca termina de ser un país federal.
Mientras en la división mayor algunos presidenciales van configurando un juego propio, la liga de los gobernadores mira expectante para saber dónde convendrá jugar. A veces, parecen intentar ser Artigas, “Pancho” Ramírez o el temido Facundo. Pero casi siempre, vuelven a ser actores de reparto. Quizás sea porque para ser reyes indiscutidos, sólo hace falta salvaguardar el propio feudo.
Una de las escenas más enigmáticas sobre la naturaleza del poder humano es la que protagoniza Napoleón Bonaparte cuando, solitario luego de escapar de su destierro en la isla de Elba, se apea para enfrentarse al mando del ejército que debe apresarlo y, en un solo acto, logra imponer su condición de líder.
Cuando el liderazgo se reconoce sin fisuras, todo se ordena. Mientras, los gobernadores semejan peones a la espera de un rey. Eso sí: ¡con la dama, algunos ya no parecen querer saber más nada!
*Director de González Valladares y Asociados.
http://www.perfil.com/columnistas/El-reacomodamiento-de-los-caciques-20140907-0021.html