domingo, 31 de agosto de 2014

La hora de la inteligencia política

Nuestra encuesta sobre la inseguridad corrobora una presunción simple. En efecto, casi la mitad de los encuestados (47,7%) considera que resulta tan importante actuar con firmeza frente al delito como atender las causas sociales que lo originan, esto es: la pobreza, la marginalidad y la droga. En cambio, las estrategias que priorizan sólo uno de ambos factores reciben una adhesión cercana al 25%. Consecuentemente, más de la mitad de los consultados (52,4%) manifiesta que preferiría un candidato con una agenda dual frente a la inseguridad, en detrimento de uno que sólo prometa atacar el delito (14,7%) o de otro que sólo se centre en las causas sociales  (24,1%).
Tal “sabiduría ciudadana” contrasta con estériles e interminables debates entre políticos que proponen un mix de medidas policiales, judiciales y legislativas tendientes a prevenir y reprimir el delito, aunque parecen soslayar la incidencia de los determinantes sociales, en contraposición con quienes aseveran que mientras no se deshaga la injusticia y la exclusión toda política de seguridad resultará inútil. Debates donde suelen invocarse y exacerbarse falsas dicotomías como mano dura o garantismo, corto o largo plazo, castigar o comprender, reprimir o educar, etc. Y, además, donde la retórica efectista y las chicanas prevalecen por sobre las ideas y los argumentos conceptuales. Si cambiamos el contexto y nos centramos en la crisis de los holdouts, se observa algo similar: un oficialismo que insiste en viejas recetas simplistas y efectistas, más parecidas al discurso de barricada que a la negociación inteligente y estratégica y más emparentadas con la política pendenciera que con el logro virtuoso del mejor bien alcanzable.
Si la política es el arte de lo posible, la inteligencia política debería ser la causa formal que guíe su accionar. Porque la complejidad de las situaciones demanda una lógica proyectual antes que un pensamiento reactivo movido por la razón simplificadora.
En “Conflictos: una mejor manera de resolverlos”, un ensayo sobre pensamiento proyectivo, Edward De Bono advertía sobre las ventajas de superar la lógica de la disputa, para avanzar así en el arte de diseñar escenarios que permitan trascender problemas cuya solución parece imposible en el marco de burbujas autoimpuestas.
El pensamiento proyectivo no consiste en juegos intelectuales para formular diagnósticos enrevesados y condenados a naufragar en complejidades incontrastables. Por el contrario, se trata tan sólo del diseño inteligente que posibilite el desarrollo pleno de las potencialidades del país. No es verso; es inteligencia aplicada. La inteligencia política debe ser entonces el arte del pensar para el hacer. Quien lo entienda cabalmente debería ser el próximo presidente.  
*Consultor político, director de González y Valladares.
http://www.perfil.com/columnistas/La-hora-de-la-inteligencia-politica-20140831-0016.html

domingo, 24 de agosto de 2014

Las múltiples entonaciones del nacionalismo


El  vínculo de los argentinos con el nacionalismo suele ser ambivalente y espasmódico. A veces exultante, otras vergonzante. A veces apasionado, otras indiferente. Como ocurre con las religiones, el nacionalismo convoca a un bien, pero también es el motor de no pocas discordias.
En política, como en la vida, el nacionalismo marca la divisoria entre lo propio y lo ajeno. Entre nosotros y los otros. A veces, impulsa a aventuras; legítimas y de las otras: Braden o Perón; Patria o muerte; ¡Vivir en libertad o morir con gloria!; ¡Que traigan al principito!; Patria o buitres.
Como con otras cosas, puede hacerse uso, mal uso y abuso del nacionalismo. En manos de los oficialismos de turno, puede ser un talismán para cometer cualquier desatino. En nombre de la Patria. Como ante el crucifijo del que se vale el exorcista, cualquier opositor tiende a ceder ante la estocada de nacionalismo con que los gobiernos ineptos pretenden contrarrestar sus errores.
La diputada pontifica: “¡Tontos, tontos; no caigan en la trampa!”. Si no fuera tan evidente que está tirando agua para su molino, quizá tendría alguna razón. ¿Cómo ser opositor sin que a uno no lo acusen de cipayo entreguista? El nacionalismo se convierte entonces en un arma retórica para acorralar conciencias frágiles. ¡Había que tener entereza para oponerse a esa plaza exultante convocada por aquel general trasnochado!
La vida suele volver a dar oportunidades. Para un gobierno herido de muerte, el sobrevuelo de buitres puede resultar una ocasión para salir del ostracismo. Recuperar la agenda, dicen.
Para instaurar una épica hacen faltan enemigos y héroes. Si hay una pareja heroica, mucho mejor. Para tales menesteres, Cristina y Kicillof representan un binomio estelar. Ambos son bellos, fuertes, audaces, ambiciosos. Tienen sed de gloria.
No hay recetas magistrales para los males de siempre. Las falsas dicotomías sólo reclaman una inteligencia superadora. La que le faltó al Gobierno para evitar conducirnos a este estadio de bancarrota inminente. El problema es que la inteligencia constructiva es demasiado austera y apunta al largo plazo. Para un gobierno chapucero e inmediatista es más fácil hacer zapping hasta encontrar su agenda mejor. Aunque esté inspirado en la regla final del maquiavelismo moderno: “El príncipe deberá hacer cualquier cosa para conservar el poder. Si todo fracasa, siempre queda el recurso del nacionalismo”.
El nacionalismo debería ser un valor que inspira un rumbo en salvaguarda de los intereses de la Patria. Nunca una estratagema beligerante que se aplica cuando todo parece perdido.
Nacionalismo verdadero o nacionalismo falso. Nacionalismo inteligente o nacionalismo torpe. Ya lo decía algún sabio griego: a veces el bien y la razón son la misma virtud. Lástima que por acá no abundan.
*Director de González Valladares Consultores.
http://www.perfil.com/columnistas/Las-multiples-entonaciones-del-nacionalismo-20140824-0005.html

domingo, 17 de agosto de 2014

Los dilemas de UNEN

Finalmente, ocurrió lo que se pensaba que podía ocurrir: Lilita y Pino evidenciaron sus diferencias en forma descarnada. Cuando comenzó a rumorearse sobre un acuerdo entre ambos, la primera reacción fue: ¡no va a andar! Los escépticos conjeturaban una fecha de vencimiento para esa alquimia electoral: ¿cuánto tardará Lilita en dar el portazo? Contra los pronósticos, UNEN logró consolidarse e hizo su debut triunfal en las PASO. Tanto éxito inaugural encendió luz verde para avanzar hacia una fuerza nacional. Pero Frente Amplio UNEN nació con un problema similar al PRO: sus números eran buenos pero insuficientes para doblegar al peronismo. Entonces, la tentación de acordar con Macri encendió la semilla de la discordia.
La virtud del UNEN fue juntar las diferencias para enfrentar a trascendentes. Su trampa mortal es que esa vocación de unión podría horadar los mismos principios de origen. El dilema de UNEN es una variante de la tensión entre principios y consecuencias: si los principios son rígidos, no se pueden materializar; si son flexibles, se corre el riesgo de traicionarlos. Resolver el dilema remite a discutir sobre valores. Lilita, cuyo origen es la UCR republicana, razona que el gran enemigo a vencer es el peronismo corrupto y mafioso. Mientras Pino, cuyo origen es un peronismo de base social, entiende que ese enemigo es la derecha corporativa. La definición del mal mayor engendra el mal menor. Acaso Pino y Lilita tengan ambos razón.
Pero la razón no alcanza. El gran problema es que mientras la tensión permanece irresuelta, otras fuerzas ya se aprestan a morder las tajadas de una eventual diáspora. UNEN está jaqueado por sus indeterminaciones, pero también por el tiempo. “Que se rompa, pero que no se doble”. ¡Pero si va a doblarse, al menos que no sea demasiado tarde!
*Director de González Valladares Consultores.
http://www.perfil.com/columnistas/Los-dilemas-de-UNEN-20140817-0037.html

sábado, 9 de agosto de 2014

Los otros defaults, de puertas adentro

Hace una semana se discutía sobre la semántica de la palabra “default”. La discusión giraba en torno a sus condiciones de aplicabilidad y al significado de expresiones como “default selectivo”. Tales ejercicios conducen a pensar variantes del término “default” tendientes a aportar significados a la comprensión de la actualidad política. Aquí se presentan algunas posibilidades.
El default de la seguridad: una cronología de los hechos de inseguridad ocurridos este año revela una alternancia del tipo de delito sobre un mismo fondo común. Así, saqueos, linchamientos, narcocrímenes y secuestros exprés, representan la geografía de una Argentina violenta donde, más allá de reacciones espasmódicas y grandilocuentes, el Estado continúa en default desde hace tiempo.
El default de la estabilidad: si el default alude a la dificultad de hacer frente a las deudas en tiempo y forma, la inflación no es sino la prueba tangible de una dificultad análoga, pero relativa al gasto público. Aunque quizás haya una sutil diferencia: mientras que el default es algo que se produce en un momento preciso, la inflación lo hace de modo continuo.
El default de la pobreza: más allá de esfuerzos reales y de despliegues retóricos, lo cierto es que la tasa de pobreza continúa aumentando. El paralelismo con la deuda vuelve a resultar palmario: en 2001 deuda y pobreza alcanzaron niveles alarmantes; luego se produjo el momento virtuoso de reversión de ambos indicadores; pero al cabo de años de esfuerzos todo parece encaminarse al momento de origen. No resulta casual que “default” también se utilice para aludir a una situación predeterminada o, más precisamente, a la reversión de cambios tendiente a regresar a una condición inicial que parece determinante.
El vicepresidente en default: Amado Boudou acaba de ser procesado en una nueva causa. Si el default es una suerte de jaque a la credibilidad financiera de un país, el doble procesamiento del vice representa lo mismo para un gobierno que insiste en jugar al distraído.
El default de las expectativas ciudadanas: luego del Mundial las campañas electorales ya están lanzadas. Pero concomitantemente comienza a enquistarse ese recurrente sentimiento de apatía y desánimo tan propio de los argentinos. Candidatos que no terminan de entusiasmar plenamente, propuestas ausentes o que no terminan de decirse, desconfianzas fundadas o infundadas, etc., terminan bosquejando una especie de darwinismo inverso donde en lugar de centrarse en quién es el candidato que más entusiasma, se termina pensando cuál será el más inocuo. Ya no el candidato de los sueños, sino el candidato por default.
El lector juzgará si las anteriores variantes del default son meros ejercicios lingüísticos o auténticas realidades en las que el Estado no debería resultar insolvente.
*Director de González Valladares Consultores.
http://www.perfil.com/columnistas/Los-otros-defaults-de-puertas-adentro-20140809-0086.html