domingo, 29 de diciembre de 2013

La "bella indiferencia" de una Presidenta ausente Una reflexión freudiana sobre el kirchnerismo y la angustia ciudadana.

Freud utilizó la expresión “bella indiferencia” para referir a cierta distancia afectiva que caracterizaba a una de sus pacientes.
Lo que confería singularidad al caso era que aquella mujer parecía desconocer su responsabilidad sobre angustias que padecía a causa — precisamente— de algo que había realizado.
Hace apenas unas semanas comenzaba en Córdoba una ola de saqueos que mantuvo en vilo a la sociedad.
Una conjetura muy verosímil señala que fue la tentación oportunista del Gobierno Nacional (al negar el envío de la Gendarmería para infligir un daño político al Gobernador José Manuel De la Sota), lo que terminó encendiendo la mecha del incendio que pronto se propagó a otras provincias.
Sin embargo, días después Cristina apareció bailando exultante en el festejo de los 30 años de la democracia, luego de sentenciar que la seguidilla de saqueos no había sido más que un intento para desestabilizar al gobierno nacional y popular, que representaría la quintaesencia de la democracia.
Desde hace dos semanas una intensa ola de calor transformó las ciudades en virtuales hervideros. Los cortes de luz fueron multiplicándose a lo largo de los días. Niños, ancianos y familias enteras sin agua. Edificios sin ascensores. Centros de salud que no pueden atender a sus pacientes. Comerciantes que han perdido su mercadería. Calles tomadas por protestas que los funcionarios no parecen querer escuchar.
Un Jefe de Gabinete que cada mañana pretende envolver a la ciudadanía con una retórica tan ampulosa como ineficiente.
Un Gobierno Nacional cuya principal acción, hasta ahora, consistió en señalar la responsabilidad de las empresas de energía a las que amaga con quitarle las licencias. Y una Presidenta que está ausente, como en tantas otras ocasiones en que el infortunio se hizo presente.
Algún día, sociólogos, historiadores y analistas políticos teorizarán sobre el kirchnerismo.
Como ocurre con cualquier ejercicio histórico, probablemente se proceda a un análisis político-estructural de aspectos macro, tales como el modelo económico, la estructura distritibutiva, la política de derechos humanos, la tensión con los medios, el relato, la sanción de leyes sobre libertades civiles, y otras facetas políticas.
Difícilmente se centre en detalles tan precisos y reveladores como la indiferencia presidencial ante las angustias ciudadanas; sobre su profunda insensibilidad ante el sufrimiento del otro; sobre la recurrente vocación de auto situarse en esa especie de Olimpo autoconstruido, donde habitarían los espíritus más sensibles y las mentes más lúcidas.
Hace apenas unos meses, en un rapto de lucidez lingüística, Cristina sentenciaba que “La Patria es el prójimo”. Ese prójimo que hoy está abandonado a su suerte. Y sujeto a la triste indiferencia presidencial
(*) Director de González-Valladares Consultores.
http://www.perfil.com/columnistas/La-bella-indiferencia-de-una-Presidenta-ausente---20131229-0027.html

sábado, 21 de diciembre de 2013

El optimismo y el pesimismo en la política


El optimismo y el pesimismo son, ante todo, actitudes existenciales. Como tales, no pueden quedar fuera de la política.
La mirada optimista siempre ve o imagina el costado positivo de las cosas. El optimismo es una de las expresiones de la fe y, por ende, un poderoso motor de la acción. En su límite, el optimismo puede ser también una variante de la ingenuidad, o una degradación del pensamiento constructivo que termina confundiendo el deseo con la realidad.
En contraposición, la mirada pesimista señala el costado sombrío de la vida. Quizás sea también un ejercicio de fe, pero de carácter contrario. El pesimismo puede conducir a la duda paralizante, a la desesperación o a la derrota. En su límite, el pesimismo puede ser también un acto de lucidez que permite separar las realidades de las ilusiones. Como tal, puede emparentarse con el escepticismo sano, una especie de brújula interior que nos permite evitar caminos que llevarían al fracaso y, por ende, orientar al éxito.
Lo anterior ilustra una sutileza de nuestra vida mental: optimismo y pesimismo son dos orientaciones existenciales cuyo valor adaptativo depende de su adecuación a realidades probables. Pero esto implica una paradoja: lo que concebimos como realidades probables, a su vez, está determinado por nuestro optimismo y pesimismo. De tal modo, optimismo y pesimismo son dos orientaciones hacia el futuro cuyo valor adaptativo solo puede juzgarse en retrospectiva, cuando los hechos finalmente han ocurrido.
El país ha vivido días de profunda conmoción social expresada por un explosivo cóctel de saqueos, y violencia. Quienes entrevieron un inminente estallido aún mayor: ¿fueron realistas o pesimistas? Quienes avizoraron peligros superlativos: ¿cumplieron con el deber ciudadano de advertencia o fueron meras voces apocalípticas que echaron nafta al fuego?
Final y felizmente aquel estallido mayúsculo no ocurrió. Ojalá no ocurra.
Ya casi estamos celebrando la Navidad. Resabios de pensamiento mágico forjan la ilusión de que al arribar a la Nochebuena el peligro habrá terminado. O que, al menos, comenzará una tregua.
Así como para la vida la esperanza es una necesidad, para la política es un deber. En magistrales palabras, Ernesto Sábato reflexionaba que los pesimistas se reclutan entre los ex esperanzados, dado que para ser un auténtico pesimista es necesario haber tenido esperanzas que se perdieron. Pero —decía también— los pesimistas necesitan de vez en cuando renovar nuevamente su esperanza.
El descreimiento hacia la capacidad de la política para forjar un país mejor es un mal que anida en el corazón de muchos argentinos. Pero en la Nochebuena, algunos alzarán sus copas con la ilusión de que el milagro siempre puede ocurrir. Aunque “el milagro” no sea sino una profunda iluminación de la dirigencia política que posibilite estar, alguna vez, a la altura de las circunstancias.
Director de González Valladares Consultores.
http://www.perfil.com/columnistas/El-optimismo-y-el-pesimismo-en-la-politica-20131221-0082.html

domingo, 15 de diciembre de 2013

Violencia, saqueos y orfandades

“Si tienes miedo de quien te protege, ¿quién podrá protegerte de ese temor?”. Con esta frase, un adagio oriental anónimo, el psiquiatra escocés Ronald Laing encabezaba un texto sobre la sensación de orfandad existencial. Orfandad, fragilidad e impotencia resultan variaciones de los sentimientos generados durante la ola de saqueos y violencia de los últimos días. ¿Cómo es posible que ese vecino y cliente integre ahora la turba impiadosa que saquea y destruye?. ¿O que la policía que debería defender al ciudadano abdique de su responsabilidad esencial para dejarlo inerme ante una furia social irrefrenable?. ¿Cómo es posible que, en algún momento, el Gobierno Nacional se haya concentrado en sentenciar insuficientes y conjeturales diagnósticos antes que en arbitrar los medios eficaces para detener la explosión de irracionalidad?. La Presidente baila en la plaza la danza festiva de la democracia que supimos conseguir. La imagen resulta coherente con su diagnóstico previo: los saqueos fueron pergeñados con precisión quirúrgica para horadar el orden constitucional. Si así fuera, aquel baile sería entonces un símbolo de resistencia. Pero si las causas resultan más abarcadoras para incluir la espiral inflacionaria que lastima la dignidad de los más pobres, la recurrente impericia  de suponer que se puede garantizar seguridad con fuerzas policiales que perciben salarios inviables o la evidente incapacidad de logar una paz social con algún viso de solidez; entonces aquella danza se convierte en la fiel expresión de la vacuidad y el desatino. La desafortunada referencia presidencial a una pantalla dividida que hubiera contrapuesto las fuerzas danzantes de la democracia con la barbarie de sus enemigos, se reveló paradójica e innecesaria. Porque la simultaneidad de las dos escenas las enhebró el ojo del ciudadano que asistía atónito al triste espectáculo de violencia, muerte y saqueos, mientras el Gobierno y sus adláteres continuaban con su ritual narcisista bailando sobre la cubierta del Titanic. Quizás algún día sociólogos e historiadores teorizarán con perspectiva temporal sobre esta semana trágica. Hoy, desde el estrecho presente, solo cabe una conjetura simple: en algún momento de nuestra historia, de manera irreflexiva, sea por acción u omisión, los argentinos comenzamos el absurdo juego de coquetear con el mal. Y lo confundimos todo. Y perdimos el rumbo. El gran Discepolín ya nos lo había advertido, pero no supimos escucharlo. Porque “Cambalache”, además de un tango, era el anticipo de la tragedia de la que aún no podemos salir.Mientras nos sigue perturbando el temor que nos provocan quienes deberían protegernos. Ese hilo sutil que ata la orfandad social a la existencial.
*Director de González Valladares Consultores.
http://www.perfil.com/columnistas/Violencia-saqueos-y-orfandades-20131215-0023.html

sábado, 7 de diciembre de 2013

Lo que Córdoba se llevó: reflexiones sobre valores y política

Hace apenas 20 días la Presidente Cristina Kirchner reasumió sus funciones decidiendo profundos cambios en su gabinete.
Desde una perspectiva política, una de las explicaciones de esos cambios sostiene que, a diferencia de otras ocasiones, esta vez Cristina supo escuchar a tiempo el mensaje de las urnas y, por ende, realizar las correcciones necesarias para encauzar su gobierno.
Desde una perspectiva existencial, también se ha conjeturado que la enfermedad pudo haber dulcificado el espíritu de la Presidenta, para dar emergencia a una Cristina más serena, comprensiva y ecuánime.
En contraposición, los espíritus más escépticos descreen tanto del carácter genuino de aquellos cambios como de la virtud presidencial que los determinaría. Así, una vez más, razonan sobre la naturaleza cosmética de los pretendidos cambios, al tiempo que descreen de la posible conversión interior que habría experimentado la Presidenta.
Más allá de lo que se entienda exactamente por política, lo cierto es que la comprensión de ésta se torna inconcebible si se prescinde de los deseos, creencias, valores y capacidades de los actores que le dan vida.
En el contexto de su reaparición, pensar en un cambio interior de la Presidenta es suponer una trasmutación en su sistema de valores. Desde la sencillez categorial de un niño, se diría que Cristina se habría tornado más buena. Lo bondad o, simplemente, el Bien puede resultar una energía que oriente la política hacia nuevas posibilidades de realización. La sensibilidad hacia el sufrimiento del otro puede ser entonces el primer estadio dentro de un programa de acción política. Porque la pasión del bien implica descubrir dónde radica el dolor que se desea paliar. Quizás sea por eso que aún se venera a Evita.
Hace apenas unos días, la política parecía haberse encaminado hacia una dirección virtuosa. Por supuesto, las buenas intenciones son apenas condiciones necesarias pero no suficientes. Era lícito cuestionar la razón instrumental aplicada a esos nuevos horizontes o al menos dudar de la eficacia real de los asistemáticos anuncios de Jorge Capitanich. Pero sus evidentes gestos de apertura al diálogo y la adopción de un estilo civilizado de comunicación eran buenos augurios.
Hasta que estalló Córdoba. Y una vez más se asistió al choque contra la dureza de una realidad que, en segundos, hizo añicos los floridos oropeles de la impostura.
No se trata de determinar cuánta responsabilidad le correspondió al Gobernador De la Sota, aunque sea mucha. Tampoco de enredarse en disquisiciones sobre si los mensajes llegaron a tiempo o por los canales adecuados. Lo cierto es que, desde el Gobierno Nacional, pareció privar nuevamente la especulación egoísta por encima de la piedad. Porque el verdadero bien es el que se ofrece en pos de alivio aún sin ser llamado.
La fría crónica dirá que hubo un muerto y muchos heridos luego de una noche de violencia y zozobra. Pero omitirá señalar que, en algún lugar, una voluntad pudo haber elegido el bien, aunque prefirió no hacerlo.

(*) Director de González y Valladares Consultores de Marketing Político.
http://www.perfil.com/politica/Lo-que-Cordoba-se-llevo-reflexiones-sobre-valores-y-politica-20131207-0099.html