domingo, 29 de junio de 2014

Las luces de los Tribunales

El juez Ariel Lijo procesó a Amado Boudou. Conforme a la encuesta que se publica hoy en PERFIL, Boudou mintió y es culpable del delito que se le imputa. En contraposición, la mayoría tiende a suponer que el caso terminará archivado o que el vicepresidente será absuelto. En síntesis, la opinión pública predice que la balanza de la Justicia volvería a fallar, sea por indefinición o en su veredicto. No sabemos cómo se habrá recibido la noticia. Quizás con alivio. Tal vez con sorpresa. Acaso con escepticismo de que el procesamiento no sea más que una falsa alarma.
Establecemos con la Justicia un vínculo intelectual y emocional. Si Platón tuviera razón, anida en nosotros una reminiscencia de una justicia ideal. Deseamos que la justicia humana sea una aproximación razonable de aquella perfección. Pero sospechamos que, por aquí, eso es precisamente lo que no ocurre. Nos resignamos a que tarde en llegar o que, agotada en su propia inercia, la justicia no llegue nunca. Advertimos con impotencia que sea una mercancía que se compre o venda de modo obsceno, con la anuencia de serviles de turno que envilecen el valor de la magistratura. Como en esas historias siniestras de brujos, donde súbitamente se descubre que todo referente del bien no es más que un demonio disfrazado, finalmente nos paraliza una certeza paranoica pero casi real: no hay justicia. O, en el mejor de los casos, nos percatamos de que se pone morosa, enroscada, densa, transformándose así en un sofisticado picnic de argumentos, contraargumentos e indeterminaciones.
Hasta que de pronto irrumpe la sentencia justa que semeja lo milagroso. Se siente entonces que la resolución de un juez no es sólo la manifestación de un valor jurídico, sino la cabal expresión de un hombre valiente. Suena a revelación, a iluminación súbita, a la emergencia de lo obvio. Como en una blitzkrieg mental, volvemos a conectar a la justicia real con aquella idílica que yacía dormida en un rincón del universo platónico. Podría decirse que la resolución de Lijo es como una luz en el horizonte, una bocanada de aire fresco, una catarsis purificadora. Ojalá sea el preanuncio de un punto de inflexión hacia algo mejor.
Al menos es una breve tregua antes de que el próximo escepticismo comience a roernos la mente. Ya pueden escucharse sus primeros ecos: “Al final no va a pasar nada”; “Boudou es sólo un chivo expiatorio; a los de arriba no van a llegar”; “¿te creés que el Gobierno va a entregarlo así nomás?”.
Quizás lo sabio radique en acallar por un rato esos devaneos de desesperanza y ensayar la paciencia. Porque, cuando la luz se enciende, ya no nos contentamos con la justicia simbólica y ejemplificadora. Ahora los ciudadanos desean que sea la propia Justicia la que “vaya por todo”. Y esta vez esa sentencia suena diferente.
*Director de González Valladares Consultores.
http://www.perfil.com/columnistas/Las-luces-de-los-Tribunales-20140629-0026.html

domingo, 22 de junio de 2014

Gritar para pagar: bravuconadas de corto alcance

Finalmente, después de las encendidas declaraciones previas que sugerían lo contrario, la presidenta Cristina Kirchner afirmó que el país está dispuesto a negociar con los fondos buitre para pagar su deuda. Esta decisión resulta compatible con la idea de que “más que deudores recalcitrantes, somos pagadores seriales”, formulada por la misma Cristina. Lo curioso es que aquella frase pronunciada con tono irónico puede resultar trivialmente real, transformándose entonces en una especie de contraironía autorreferencial. ¿Cómo explicar estos ostensibles vaivenes que oscilan entre el discurso flamígero y su posterior claudicación? Si a la larga se termina pagando: ¿para qué se cacarea antes? Cuando su mandato ingresa en el tramo final, muchos hemos renunciado a entender las razones de la Presidenta. Acaso esto sea un error fundado en confundir las razones con la coherencia. Quizás a Cristina le falte lo último, pero le sobra lo primero. Esta es una austera muestra de las razones cristinistas.
1. Antes que nada, Cristina siempre quiere tener razón: en la diplomacia como en la negociación, primero están los intereses. Las razones argumentales son instrumentos secundarios para lograr aquel fin. Ciertamente, las convicciones y los valores son importantes en la medida en que motorizan los intereses; pero su valor retórico en sí mismo resulta poco relevante. En el universo cristinista, en cambio, la forma prevalece sobre el contenido. Un estratega eficiente razonaría así: primero debe conseguirse el mejor resultado posible; todo lo que sirva para lograrlo deberá utilizarse; lo demás es retórica suplementaria. Cristina, en cambio, parece razonar de este modo: primero hay que mostrar convicción y firmeza; después firmeza y convicción; si con eso no alcanza, habrá que hacer lo que convenga; pero cuando esto suceda, deberá mostrarse que se hizo con la convicción y el coraje que otros no tuvieron, aunque Cristina sí.
2. Los demás pagan por entreguismo o por debilidad. Cristina lo hace por responsabilidad: cuando la retórica se agota y llega el momento de acordar y desembolsar, Cristina marca la diferencia. Para la razón cristinista, mientras los anteriores gobiernos consumaban la entrega y el servilismo en el acto de pagar, cuando es la propia Presidenta quien lo decide, al igual que cuando lo hizo Néstor, se trata de un acto de profunda responsabilidad patriótica que permitirá liberar al país de la oprobiosa carga del endeudamiento cíclico; mientras se le dice al mundo que Argentina está de pie.                   
3. Resolver problemas es importante; resolverlos heroicamente es fundamental: según la lógica cristinista solucionar problemas es apenas la materia prima de un acto heroico. Porque en el ADN kirchnerista lo heroico es la quintaesencia de lo político. En el imaginario de la Presidenta quizás valga más una negociación mediocre, pero con gloria, que otra de mayor efectividad, pero teñida del gris del anonimato. Acaso eso explique por qué “El país en serio” que prometió Néstor terminó en el grito reivindicatorio del “Vamos por todo” que selló el tiempo de Cristina.
Tal vez la razón cristinista, en definitiva, tenga su propia lógica de eficiencia. Porque aunque “perro que ladra no muerde”, a lo mejor le basta para hacerse respetar.
*Director de González-Valladares Consultores.
http://www.perfil.com/columnistas/Gritar-para-pagar-bravuconadas-de-corto-alcance-20140622-0039.html

domingo, 15 de junio de 2014

Una graciosa sucesión de azares

Finalmente Amado Boudou se presentó a la indagatoria y declaró. Luego continuó hablando para la TV. Al parecer, convenció poco, casi nada. Quizás algún memorioso de los 70 recuerde el sketch: Jorge Porcel encarnaba al Sr. Spidzicuchi, un buenazo que llegaba un minuto tarde al trabajo porque le pasaban cosas increíbles, pero ciertas. Todo comenzaba con una reunión entre un empleado “chanta” y “langa”, que interpretaba Ernesto Bianco y su jefe. Aquel había llegado tres horas tarde y, cuando se le pedían explicaciones, inventaba historias inverosímiles pero narradas con tanta elocuencia que terminaba por convencerlo. Luego, ingresaba el sufrido Spidzicuchi, quien relataba los infortunios que había padecido realmente. Como en esos desopilantes gags, si algo caracterizaba a su relato era la concatenación de azares que le jugaban en contra. En este caso, el jefe no se convencía y terminaba por sancionar a Spidzicuchi. A la luz de esa analogía, veamos algunas “Spidzicuchiadas” padecidas por el Sr. Boudou: es íntimo amigo de Núñez Carmona, que es amigo de Vandenbroele, quien maneja The Old Fund, que es contratado por Gildo Insfrán, quien paga $ 7,6 millones para reestructurar la deuda de Formosa con el Gobierno nacional, del cual Boudou es ministro y responsable de la negociación.  Quien además elabora un proyecto para ampliar la capacidad de La Casa de Moneda para imprimir billetes. Pero luego bloquea su propio plan. Milagrosamente, la AFIP, a su pedido, concede una moratoria extraordinaria a Ciccone. Casualmente Ciccone pasa a ser controlada por The Old Fund. Boudou niega conocer a Vandenbroele, que vive un tiempo en su departamento de Puerto Madero, donde paga expensas, cable y teléfono. ¡Además, un hermano de Boudou viaja con pasajes pagados por TOF!
Una analogía es una construcción mental que permite comparar cosas disímiles a través de un rasgo común. Como las caricaturas, las analogías son útiles para destacar algún aspecto. Aunque parezca contradictorio, su valor residual es destacar las diferencias:
Como Spidzicuchi, Boudou juega a ser una víctima del azar. Pero la diferencia es que Spidzicuchi era un buenazo sufrido. Boudou parece todo lo contrario. El vice se se asocia más al seductor carismático encarnado por Ernesto Bianco. La diferencia es que éste convencía a un jefe sensible al embaucamiento. Boudou, que ya no convence a nadie, deberá convencer a Lijo. Spidzicuchi era el personaje de un sketch cómico. En cambio el vice es el protagonista de una realidad dramática. Colofón: argumento de un niño que se llevó “sin querer” el útil de un compañerito: “Seño, yo no fui; ¡me lo pusieron en la mochila!”.
*Director de González/ Valladares Consultores.
http://www.perfil.com/columnistas/Una-graciosa-sucesion-de-azares-20140615-0037.html

domingo, 8 de junio de 2014

Boudou, Néstor y la máquina de hacer billetes

En la edición de PERFIL del domingo pasado aparecen dos magníficos análisis sobre el Boudougate. Por un lado, Julio Bárbaro refiere al sueño de la máquina de hacer moneda como digno de un cuento de Roberto Arlt. Por otro, Carlos Ares sugiere una original hipótesis sobre los roles de Néstor Kirchner y del propio Boudou en la compra de Ciccone. Concretamente: Boudou no habría actuado como mero brazo ejecutor sino que sería el promotor mismo de la idea, al haber tentado a Néstor “tocándole su orgullo”.
El texto de Ares invoca la historia del rey desnudo y e invita a pensar a Boudou como un “farabute” que convence a Néstor de hacerse un traje de billetes. Lo excelso de una buena historia es su capacidad de evocar otras que permitan consolidar un sentido.
Pensé en la tragedia de Otelo, el general moro que sucumbe ante los celos demoníacos que le inocula el ambicioso Yago. Pensé que un hombre, por más poderoso que sea, tiene un punto débil producto de su pasión. Todos podemos convertirnos en esclavos de nuestro deseo. Pensé que la máquina de hacer billete es el anverso obligado de cajas fuertes cuya sola visión produce éxtasis”. Pensé en Avivato, la historieta de Lino Palacios que la Wikipedia define como: “Personaje chanta, de moralidad resbaladiza, vividor, ventajero, pícaro, embustero y observador, capaz de sacar ventaja en cualquier situación”. Recordé la certera expresión de un amigo que invitaba a prevenirse de la “narcitécnica”: esa artimaña manipulativa basada en el simple recurso de tocar el narcisismo del otro. Pensé también en la paradoja de los poderosos: la misma audacia megalómana que les permite conquistar el mundo se transforma luego en su talón de Aquiles. Porque la misma omnipotencia negadora que posibilita el éxito, termina por transformarlos luego en ingenuos vulnerables frente a aduladores inteligentes e inescrupulosos. Yago sabe muy bien dónde tocar a Otelo para conseguir sus ambiciosos fines. Sólo le basta saber por dónde ingresar al alma del moro para así controlarlo.
Un cortesano es el prototipo de un estratega audaz que de, modo sutil, ejerce el poder bajo el disfraz de la lealtad. Por eso los entornos siempre fueron peligrosos para quienes tienen vocación de reyes. Antes de que se desencadene la tragedia de Otelo, Shakespeare le hace decir a Yago: “Yo sirvo al moro, sólo porque yo me sirvo. Sólo porque así me sirve”. Quizá la suerte de Boudou ya esté echada. Como en la caída de Yago, acaso Boudou arrastre a otros. Al fin y al cabo, la política, como la vida, está repleta de viejas historias que vuelven a repetirse.
*Director de González-Valladares Consultores.
http://www.perfil.com/columnistas/Boudou-Nestor-y-la-maquina-de-hacer-billetes-20140608-0057.html

domingo, 1 de junio de 2014

La sombra de un vicepresidente en desgracia

Finalmente ocurrió: Amado Boudou fue citado a declarar por el juez Ariel Lijo. Boudou es uno de los funcionarios con peor imagen pública. Luego de su momento de gloria en noviembre de 2011, cuando llegó a medir 48,9 % positivo contra 51,1% negativo, su imagen se desplomó estrepitosamente, situándose en 19,3% positivo contra 80,7% negativo hacia julio de 2012; guarismos muy parecidos a los de fines de 2013.
¿Quién es realmente y qué representa? Quizás la mejor manera de explicarlo sea respondiendo a lo último. Si entendemos que un imaginario es un conjunto de creencias y valores atribuidos a algo de modo más o menos racional; éstos podrían ser los que le caben a Boudou:  
1. El arribista carismático
Simpático, afable, comprador, seductor de eterna sonrisa gardeliana, son aspectos que representarían la fachada luminosa, la mascarada del verdadero político escondido tras el personaje. Cuando la imagen de Boudou entró en desgracia al estallar el caso Ciccone, una vasta poción de la ciudadanía no pudo dejar de percibirlo como un político arribista, inescrupuloso, ambicioso, inteligente y astuto.
2. El kirchnerista light
Pintón, elegante, joven fashion del vip marplatense, vecino de Puerto Madero, motoquero y rockero, el ex militante de la UCeDé pronto devino en soldado cristinista al servicio de la causa nac & pop. Como sucede con toda cultura, el kirchnerismo representa demasiadas cosas. Si el menemismo fue un poder para la ostentación y el kirchnerismo de Néstor uno para la  acumulación, el cristinismo sería una síntesis narcisista de poder y glamour. En tal sentido, Boudou representa el ícono de un kirchnerismo hedonista que no sólo amasa poder sino que lo disfruta públicamente.
3. Un capricho de Cristina
¿Por qué Cristina eligió a Boudou como vice? ¿Es que no se daba cuenta de que aquel joven tan inteligente como irresponsable le traería problemas? Entre las múltiples aristas de la Presidenta, la dimensión del capricho no resulta menor. La veleidad es una de las formas más narcisistas y peligrosas de ejercer el poder. Porque es esa fuerza que impele a hacer lo que a uno le gusta descuidando lo que debería o convendría. Boudou quizá sea el alto precio de un lujo de la Presidenta.
4. Un soldado de Néstor
Boudou ha dado a entender que sólo ejecutó órdenes de Néstor. En ese imaginario que sostiene que la política es la prolongación de los negocios, la idea del “brazo ejecutor” o del testaferro siempre acude a la mente. Quizás no sea casual que Ciccone sea la máquina de fabricar billetes. Boudou sería entonces la consumación de la fantasía y la perversión de Néstor.
5. Boudou es Boudou
Demasiado inteligente y ambicioso para ser algo distinto de sí mismo. La síntesis resulta austera, quizá sea la más verosímil: Amado Boudou es un arribista simpático que supo utilizar su sonrisa y su inteligencia al servicio de una ambición personal desmedida. En tal sentido, quizás haya sido el más pragmático de los dirigentes K. Aunque algo salio mal
*Director de González Valladares Consultores.
http://www.perfil.com/columnistas/La-sombra-de-un-vicepresidente-en-desgracia-20140601-0068.html