domingo, 25 de junio de 2023

 

La “Des-Unión Patriótica” y la paradoja de su ala beligerante (20 de junio de 2023)

Federico González

Todos lo sabemos: el 20 de junio, es el día de la bandera. Alguna vez fue un día de festejo y de unión nacional. Al fin y al cabo, la bandera es un símbolo de la Patria. Y la Patria es un conjunto de voluntades, con un sueño común, que habita un suelo amado y sagrado.

Escena 1: La política constructiva

Algunos se habían enteraron: el 20 de junio, comenzaba el proceso de inauguración de la última etapa del Gasoducto Presidente Néstor Kirchner. En su edición del 5 de junio, Infobae lo titulaba así: “El 20 de junio se hará la habilitación y puesta en marcha del Estación de Medición de Tratayén y habilitación del kilómetro 0 al 29 y el 9 de julio será el acto formal de inauguración”

En agosto de 2022, a pocos días de asumir su cargo, el Ministro de economía Sergio Massa se había comprometido a inaugurar el Gasoducto Néstor Kirchner hacia junio de 2023.

Escena 2: El arte de la política beligerante

Muchos lo vieron: el 20 de junio hubo un estallido de violencia en Jujuy. El Gobierno Nacional y el Kirchnerismo, es decir: el presidente Alberto Fernández y la vicepresidenta Cristina Kirchner, responsabilizaron de los hechos de violencia acaecidos a Gerardo Morales, el Gobernador de Jujuy. Pero omitieron denunciar y repudiar a los flagrantes hechos de violencia perpetrados por los manifestantes.

El Poder Ejecutivo Nacional tampoco envió fuerzas federales para morigerar el conflicto. En cambio, el Secretario de Derechos Humanos de la Nación Argentina Horacio Pietragalla Corti se hizo presente en esa provincia, no para apaciguar los ánimos, sino para tomar un claro partido a favor de los manifestantes y en contra de las autoridades provinciales.

El Ministro del Interior Wado de Pedro, devenido recientemente en candidato presidencial y posicionándose como un “kirchnerista bueno y dialoguista”, lejos de calmar los ánimos, aprovechó para arrojar más leña al fuego. En efecto, en una carta dirigida al Gobernador Gerardo Morales, se limitó a responsabilizarlo de la represión ejercida contra el pueblo. De la violencia manifestante y de la inteligencia previa para perpetrarla, “Wadito” (como el presidente Alberto Fernández alguno ves lo llamó) hizo “mutis por el foro” o, en jerga encuestológica, “no sabe, no contesta”

Por su parte, el Gobernador de la Provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof, hasta un determinado momento, apenas se limitaba a retuitear los mensajes de la vicepresidenta Cristina Kirchner.

Ser “piantavotos” o sobre el arte de pegarse un tiro en los pies

Volvamos a la escena 2. El recientemente bautizado “Unión por la Patria” parece tener tres posibles candidatos presidenciables: Sergio Massa, Wado de Pedro, y Axel Kicillof.

El 20 de junio Sergio Massa cumplió una promesa previamente realizada. Cualquier consultor político con un mínimo de sentido común habría aconsejado a “Unión por la Patria” que destacara ese hecho. En una realidad política donde la ciudadanía se queja de que los políticos incumplen su palabra, el logro del Ministro de Economía era una buena ocasión para, sino desmentir, al menos, relativizar aquella sentencia.

Cualquier experto en marketing político se habría hecho un “picnic esloganista”. Por ejemplo: “Sergio Massa. Un hombre de palabra. Sin duda”. “Sergio Massa. Una promesa. Una solución. Una realidad”. “Sergio Massa Cumple”. “Sergio Massa. Una promesa. Una solución. Una realización”. “Sergio Massa lo dijo. Sergio Massa lo hizo”. “Sergio Massa: la política constructiva también existe”, etc. etc.

Era muy fácil. Hubo promesa. Hubo concreción. ¡Y encima era el día de la bandera! ¡Bingo!¡Carambola!

Pero no. “Unión por la Patria”, prefirió la “épica beligerante”. Tal vez por vocación, tal vez por impericia, tal vez por tentación. Entonces hizo la fácil. La que mejor le sale. El error político autopercibido como estrategia excelsa. Como virtuosismo ideológico. Como pureza militante.

 



Quien escribe estas líneas alguna vez (pensando en el kirchnerismo) sentenció: “La ideología, a veces, no es más que extensión de la personalidad”. El kirchnerismo puede ser muchas cosas, pero acaso, fundamentalmente, no es sino una vocación de beligerancia. A Cristina Kirchner y a sus adláteres les tienta la beligerancia. Por más que, a veces, quiera autoconvencerse de lo contrario.

Como sentenció Oscar Wilde, “La única manera de librarse de la tentación es ceder ante ella”. Y el Kirchnerismo sucumbe fácil.

Pero, también lo sabemos, muchas de nuestras tentaciones tienen consecuencias negativas. Destructivas. Autodestructivas.

“Unión por la Patria” podría haber capitalizado el logro de Sergio Massa y de su gobierno para sumar. Al fin y al cabo, no todos los días se inaugura un gasoducto que promete contribuir a cambiar la matriz energética del país. Pero no. Prefirió sucumbir a su tentación fundacional. A su ADN destructivo. A ser el eterno escorpión ante la anonadada rana.

La sabiduría popular lo diría más fácil. El kichnerismo, una vez más, se pegó un tiro en los pies. La serpiente que se muerde la cola.

En la neurociencia, en cambio, el símil es más siniestro, aunque no menos grave. En el síndrome de la mano ajena, una de las manos interfiere con las acciones de la opuesta.

Para desgracia de la naciente “Unión por la Patria”, el 20 de junio la mano siniestra y beligerante del Kirchnerismo fanático, pulverizó en un instante la obra engendrada por la mano constructiva de Sergio Massa, que durante meses forjó el Gasoducto Néstor Kirchner.

Ironía del destino: ¡el gasoducto se llama Kirchner. ¡La mano que se destruye a sí misma!

Escena final: “Aquella banderita” (un texto de inédito de 2014)

El 20 de junio fue, también, el día de la bandera. En 2014 escribí “Aquella banderita”. Hoy, este 20 de junio, en tiempos difíciles de una Argentina desunida que no encuentra el rumbo, conviene no olvidarnos de aquella banderita que alguna vez nos hermanó en los corazones de niños. A continuación, se recuerdo:

Alguna vez fuimos niños. Alguna vez nos ilusionamos con aquellas historias. Alguna vez llevamos con orgullo y alegría la banderita argentina. Alguna vez fuimos felices.

Hacia el final de "Abbadón, el exterminador", en melancólicas palabras sobre los desencuentros de la vida, Ernesto Sábato nos dice que "la escuela donde aprendimos a leer, ya no tiene aquellas láminas que nos hacían soñar".


Acaso no importa: aquellas láminas siguen estando en el indeleble arcón de la memoria, donde guardamos tesoros que nadie podría quitarnos.

Alguna vez hubo una banderita del color del cielo, del color del mar. El niño que fui no podría olvidarla.

Luego crecimos y dejamos de creer en tantas magias. Algunos casi nos dejamos tentar por ese vano ejercicio de jugar a ser "ateos de barrio". Y entonces abjuramos de tantas cosas. Alguno, invocando abstractos relativismos, hasta llegó a olvidarse de la banderita. Pero el niño seguía atesorándola junto a lo más preciado.

 

Como tantas otras cosas en la vida, ser argentino es un azar, pero a la vez un destino. Un destino al que ya no podríamos ni querríamos renunciar. Argentina es ese sentimiento noble con gusto a barrio. Argentina es un nombre mágico que convoca un vasto universo de imágenes, sentimientos, sensaciones. Argentina es como la casa de la infancia, como aquellos amigos, como la escuelita de los primeros garabatos, como el primer amor. Argentina es un color parecido al cielo. Nunca lo había pensado; ahora sí: no puedo concebir cielo alguno donde Argentina no esté presente de algún modo.

Para quienes la hemos amado y seguiremos amándola, Argentina es una de las tantas formas del cielo. Y la banderita celeste y blanca, un puente mágico hasta una felicidad infantil que nunca olvidamos.

No sé cuántas cosas podría uno llevarse para siempre. Pero seguramente me llevaría aquella banderita celeste y blanca. Ese pedacito de felicidad en el corazón de niño maravillado. Ese sentimiento que ya es parte de mi alma.

Del color del cielo, del color del mar.

martes, 20 de junio de 2023

Aquella banderita (2014)


Alguna vez fuimos niños. Alguna vez nos ilusionamos con aquellas historias. Alguna vez llevamos con orgullo y alegría la banderita argentina. Alguna vez fuimos felices.
Hacia el final de "Abbadón, el exterminador", en melancólicas palabras sobre los desencuentros de la vida, Ernesto Sábato nos dice que "la escuela donde aprendimos a leer, ya no tiene aquellas láminas que nos hacían soñar".
Acaso no importa: aquellas láminas siguen estando en el indeleble arcón de la memoria, donde guardamos tesoros que nadie podría quitarnos.
Alguna vez hubo una banderita del color del cielo, del color del mar. El niño que fui no podría olvidarla.


Luego crecimos y dejamos de creer en tantas magias. Algunos casi nos dejamos tentar por ese vano ejercicio de jugar a ser "ateos de barrio". Y entonces abjuramos de tantas cosas. Alguno, invocando abstractos relativismos, hasta llegó a olvidarse de la banderita. Pero el niño seguía atesorándola junto a lo más preciado.
Como tantas otras cosas en la vida, ser argentino es un azar pero a la vez un destino. Un destino al que ya no podríamos ni querríamos renunciar. Argentina es ese sentimiento noble con gusto a barrio. Argentina es un nombre mágico que convoca un vasto universo de imágenes, sentimientos, sensaciones. Argentina es como la casa de la infancia, como aquellos amigos, como la escuelita de los primeros garabatos, como el primer amor. Argentina es un color parecido al cielo. Nunca lo había pensado; ahora sí: no puedo concebir cielo alguno donde Argentina no esté presente de algún modo.
Para quienes la hemos amado y seguiremos amándola, Argentina es una de las tantas formas del cielo. Y la banderita celeste y blanca, un puente mágico hasta una felicidad infantil que nunca olvidamos.
No sé cuántos cosas podría uno llevarse para siempre. Pero seguramente me llevaría aquella banderita celeste y blanca. Ese pedacito de felicidad en el corazón de niño maravillado. Ese sentimiento que ya es parte de mi alma.
Del color del cielo, del color del mar.

Agregado de 2023:

En tiempos difíciles de una Argentina desunida que no encuentra el rumbo, conviene no olvidarnos de aquella banderita que alguna vez nos hermanó en los corazones de niños.

domingo, 11 de junio de 2023

Los tres tercios tienen nombre: Patricia Bullrich, Sergio Massa y Javier Milei


Introducción: Convicciones, conjeturas y provocaciones operativas

Las clasificaciones pueden esconder alguna dosis de verdad y otra de arbitrariedad. La siguiente no escapa a esa regla: existen tres modos básicos de la opinión: 1) El modo del pensamiento en voz alta: expresamos sin demasiado filtro aquello que se nos ocurre, aunque aclaramos ese carácter. 2) El modo conjetural: formulamos una hipótesis de trabajo e inferimos sus consecuencias y 3) Sentenciamos taxativamente, si es que estamos muy convencidos.

Pero las clasificaciones suelen también no ser exhaustivas. Es probable que algo quede fuera del sistema categorial. Y entonces nos asiste la tentación de trascender lo antes estipulado. Sucede que el pensamiento necesita tanto estructura como espacio para volar. Por eso me gusta la idea de la “provocación operativa”, formulada por Edward de Bono; ese genio olvidado del estudio del pensamiento humano. A modo de ejemplo, utilizaré una provocación operativa para definir su esencia: “La provocación operativa es una alquimia entre hipótesis, juego mental, ejercicio exploratorio y ¡eslogan publicitario!”. En tal sentido, un buen titular quizás pueda resultar un adecuado ejemplo de provocación operativa.

Explicado esto cabe ir al meollo del asunto: “Los tres tercios tienen nombre: Patricia Bullrich, Sergio Massa y Javier Milei”. Tal enunciado constituye la provocación operativa central del presente artículo.

¿Escenario de tercios o tres espacios con chances ciertas?

En su acto del 25 de mayo, la vicepresidenta Cristina Kirchner lo sentenció con claridad y elocuencia: “Estas elecciones van a ser atípicas. Son elecciones de tercios”. “Vamos a un escenario de tercios”

Quien escribe estas líneas, hace unos días respondía a quienes le consultaban al respecto:

“A mí en la escuela primaria me enseñaron que un tercio equivale a 0,33 periódico, o 33,3%. Entonces acá, en sentido estricto, no tenemos tales tercios. Porque, conforme a mis números (y el de varios colegas), Juntos por el Cambio alcanza un 32,7%, el Frente de Todos 25,5% (siempre y cuando el candidato sea Sergio Massa) y Javier Milei, 22,9%.” (cabe aclarar que hoy, 15 días después, esos números han cambiado a 32,5%, 24,9% y 24,6%, respectivamente; vale decir: un tercio vs. dos cuartos)

Agregaba luego: “Ahora bien, si por tercios se quiere decir que hay tres espacios políticos que tienen chances de ingresar a un ballotage y/o de alcanzar la presidencia, entonces sí: habría tres tercios”

Agrego ahora: “Luego del cuasi lanzamiento de Sergio Massa realizado el sábado en el marco del Congreso del Frente Renovador, podemos ya decirlo sin eufemismos. “Los tercios son ya una abstracción difusa para referirse a los tres únicos candidatos presidenciales con chances reales más o menos similares: Patricia Bullrich, Sergio Massa y Javier Milei”.

Sergio Massa y el Congreso del Frente Renovador: “Habemus candidatum”

En el referido Congreso del Frente Renovador, Sergio Massa dejó entrever que, con o sin PASO, él será candidato. Abrió el camino entonces a despejar la última incógnita relevante para que se configure el escenario electoral de 2023.

En nuestro último estudio de nivel nacional, al evaluar 5 escenarios de intención de voto en las elecciones PASO, los resultados obtenidos fueron contundentes: Sergio Massa no solo aparecía como el candidato más votado del Frente de Todos, sino como el único verdaderamente competitivo.

Conforme a nuestra encuesta del 25 de mayo, en un escenario de PASO extendido, el Ministro de economía obtendría 15,9% y superaba holgadamente a los restantes precandidatos del FdT (Axel Kicillof, Daniel Scioli, Wado de Pedro, Juan Grabois y Agustín Rossi).

Cuando se relevaban escenarios con candidato único, el tigrense obtenía una mejor performance (24.7%) que Wado de Pedro (14.3%) y Axel Kicillof (18.9%). Por aquellos días, ante la pregunta sobre quién era el mejor candidato del FdT, yo solía sentenciar:

1) El único candidato competitivo que tiene el Frente es Sergio Massa.

2) Si el Frente quiere perder, que pruebe con otro. Entonces la derrota estará asegurada.

3) Si el Frente tiene vocación de suicidio, entonces que pruebe con Axel Kicillof o con Wado de Pedro.

4) Si el Frente quiere una derrota épica, que pruebe con Wado de Pedro.

5) Si el Frente quiere una derrota importante, aunque menos épica que la obtendría con Wado de Pedro, que pruebe entonces con Axel Kicillof.

6) Si el Frente quiere una derrota “con fe y optimismo”, entonces que pruebe con Scioli.

 7) Pero si el Frente tiene vocación de ser. Es decir, de seguir existiendo. Entonces no hay duda: que pruebe con Sergio Massa.

Empero, como suele decirse, en la Argentina una semana equivale a meses. Y, por lo tanto, desde ese 25 de mayo al 11 de junio, Wado de Pedro tuvo tiempo para ir instalándose como un fiel “hijo de la generación diezmada”; Axel Kicillof, como aquel que mejor capitaliza los votos de Cristina y Daniel Scioli como el “guerrero que nunca se rinde” y promete dar su batalla con fe y esperanza. Mientras que se iba bosquejando un contexto a base de declaraciones crípticas, intrigas y rumores donde afloraba un manto de dudas sobre la eventual candidatura de Sergio Massa.

Pero en los apremiantes tiempos electorales tanta duda y misterio vienen con fecha de caducidad predeterminada. Faltan pocos días para definir las candidaturas y no queda demasiado espacio para las dilaciones inútiles.

El discurso de Sergio Massa de ayer avanzó en grado sumo sobre tales definiciones. Y las mismas justifican entonces mi primera provocación operativa: “Sergio Massa será el candidato único del Frente de Todos, o como sea que vaya a denominarse el espacio que representará”. 1/3 definido.

Patricia Bullrich y Horacio Rodríguez Larreta: crece la tensión, pero “la sangre no llegará al río” (ni siquiera “el agua llegará al cuello”)

La semana que termina no fue pacífica para Juntos por el Cambio. Las cosmovisiones desencontradas de Patricia Bullrich, Horacio Rodríguez Larreta, “Lilita” Carrió, Gerardo Morales, Luis Juez y Miguel Ángel Pichetto (por nombrar solo algunos), produjo un gran tembladeral que prohijó dos interpretaciones opuestas del análisis político, a saber: 1) “Juntos por el Cambio corre un alto riesgo de romperse”. 2) “En Juntos por el Cambio se asiste a los chisporroteos propios de las disputas de liderazgo: Patricia vs. Horacio, Horacio vs. Mauricio y “Lilita” vs. Mauricio y Patricia. Pero “la sangre no llegará al río” y, ni siquiera, “el agua llegará al cuello”.

El eslogan de una antigua publicidad de gaseosa rezaba así. “Aguante la sed hasta hacerla insoportable”. En la retórica de aquel aviso mítico alguien (un náufrago en alta mar, un peregrino en el desierto, etc.) era rescatado cuando estaba a punto de morir de sed. Pero cuando le ofrecían el líquido salvador, optaba por unas tentadoras papas fritas. El remate o la moraleja era simple y contundente: el aumento de la tensión displacentera incrementa el momento del alivio placentero. En otros términos, es bueno aguantar un poco de sufrimiento en aras del placer mayor que se anticipa. Está arraigado en nuestra cosmovisión del mundo: haberse enfrentado a obstáculos, peligros y superado situaciones límites, confiere valor a la acción humana. Y representa la quintaesencia de la épica, de la heroicidad.

El psicólogo motivacional estadounidense Ernest Dichter, pionero del estudio de la psicología del consumidor, desarrolló esa tesis en un libro clásico “La estrategia del deseo”. El deseo humano no solo es el “mejor arquitecto de la vida” (tomo prestada la brillante definición del prestigioso periodista Luis Novaresio), sino que posee su propia lógica intrínseca. Aunque puede sonar paradójico, existe una inteligencia inmanente al deseo humano, aunque ésta pueda resultar más o menos inadvertida.

En su magistral libro “El azar y la necesidad”, el biólogo evolucionista Jacques Monod nos invita a pensar que la biología misma es la síntesis de las leyes naturales y del azar. La teoría de la evolución ilustra claramente esa tesis.

Años después, el pensador libanés Nassin Thaleb, en su ya clásica obra “El cisne negro”, nos invita a pensar sobre la importancia del azar en los acontecimientos de la vida social y política. Recordemos que para Thaleb, el cisne negro resulta una metáfora sobre la consumación de lo altamente improbable en nuestra vida social y personal. Aunque encierre cierto aire de paradoja, sabemos que siempre habrá algo que nos va a sorprender; simplemente porque no estábamos preparados para preverlo.

Siglos antes, un adagio anónimo había anticipado algo análogo con dramatismo existencial. “Si se declara un incendio en el agua, ¿quién podrá apagarlo?

Mirado retrospectivamente, era difícil imaginar que Juntos por el Cambio podría estar hoy al borde de un cisma destructivo. Pero ocurrió. Se declaró un incendio sobre las aguas mansas de un espacio que se autopercibía como indiscutible ganador de las elecciones. Y, por ende, que se ya se sentía como el próximo gobierno.

Solo un conspiranoico podría pensar que este conflicto desatado por la pretensión de Rodríguez Larreta, encaminada a agrandar el espacio cambiemita pergeñando una alianza con el Gobernador de Córdoba, podría deberse a un plan fríamente calculado. Está bien que Larreta tenga fama de estratega, pero, como dicen los jóvenes, en este caso tanto maquiavelismo enrevesado, simplemente “no da”. Además de que no termina de comprenderse. Porque si Horacio Rodríguez Larreta hubiera querido romper Cambiemos, ¿no podría haber sido más explícito o directo? Ciertamente, tal hipótesis destructora, “no da”

Seamos razonables. Los actores políticos planifican para maximizar sus beneficios y, para eso, elaboran estrategias. Pero como las negras también juegan, cuando las fuerzas políticas antagónicas chocan en el campo de operaciones, suelen engendrar emergentes impensados. Que parecen obras del azar. O de lo imprevisto. O de “diablos que meten la cola”.

Así es la política. Como la vida. Muchos hechos suceden más allá de las voluntades de las partes, pero, al mismo tiempo, acontecen justamente por las mismas voluntades de las partes que, al chocar, enhebran azares.

Ciertamente, desde una mirada parsimoniosa, podría decirse que tanto a Horacio Rodríguez Larreta como a Patricia Bullrich le asisten razones políticas atendibles para sostener sus posiciones. Veamos:

Desde su “burbuja política”, Horacio podrá insistir con aquello de la necesidad de sumar para ganar y cuestionar cierta tendencia a la endogamia que habría afectado al gobierno de Mauricio Macri y podría, de no mediar los recaudos necesarios, repetirse ahora. La inteligencia política correctiva debería ser un buen remedio y vamos entonces “Juntos con Schiaretti”. Y los que no lo entiendan (léase Patricia y Mauricio) están sencillamente equivocados y solo consiguen negarse al crecimiento del cambio, en nombre de un sectarismo exagerado, bravucón e inconducente.

Por su parte, desde la “burbuja política” de Patricia, se sostiene que el único cambio legítimo debe contener el ADN de la convicción, el coraje y la pureza. Parafraseando aquellos versos de Lao-Tse que inician el Tao Te Kin (“El Tao que se puede nombrar no es el verdadero Tao”), “El Cambio que se puede mezclar no es el verdadero Cambio”. Encarnemos entonces el cambio profundo, el verdadero, o solo seremos más de lo mismo. Es decir, nada más que un nuevo fracaso. Es decir: Nada.

Además, agrega Patricia y enfatiza Mauricio (palabra más, palabra menos): la decisión de Horacio fue incomprensible, inadecuada, torpe, inconsulta, temeraria e incoherente respecto de los intereses de Juntos en Córdoba, etc., etc. Y, agrega y enfatiza Patricia (palabra más, palabra menos), parece más bien movida por el objetivo inconfeso de Horacio de “sumar para su quintita y en mi contra, sin medir las consecuencias que tiene para el espacio”.

Desesperaciones de quienes se saben perdiendo, pensarían en el entorno de Patricia sobre las razones que animan a Horacio.

Entonces, ¿habrá ruptura o habrá fumata de la paz? Para responder a este interrogante ensayaré mi segunda provocación operativa. Esta vez en clave de narrativa más elaborada:

Primará la cordura sobre la ruptura. Porque ¿a quién la conviene ahora una ruptura? Hay que ser demasiado pasional o estar demasiado loco para tirarse un tiro en los pies. O tener vocación suicida. O una alta dosis de temeridad (eufemismo para denominar a la valentía irracional). Y Horacio no tiene nada que ver con eso. Porque Horacio es un ser racional. Un ajedrecista del poder. Que acaso calculó mal su jugada. Al fin y al cabo, hasta los grandes maestros de los trebejos como Garry Kasparov o Bobby Fischer, también perdían partidas.

Ok, se preguntará el lector: ¿Pero de esta, como se vuelve? ¿De qué podría disfrazarse Horacio si una voluntad superior le termina vetando su “gran acuerdo gran” con Juan Schiaretti y el cordobesismo extendido hacia un centro federal, tan impreciso como real?

Los refranes populares siempre son útiles para responder a dilemas aparentemente insolubles. “Si hay miseria, que no se note”, acude raudamente a mi mente. Para transformase inmediatamente en: “Si hay derrota que no sea humillante”. Que sea un pequeño traspié, una derrotita edulcorada. Pergeñemos una puesta en escena. “Dadme una derrota digna para que pueda seguir andando con la frente alta”. O al menos, para que no tenga que “volver con la frente marchita”.

Quien escribe estas líneas (provocación operativa) ya lo anticipó el mismo día de la discordia: “Denme un Espert y, a cambio, sacrifico un Schiaretti”. Es una buena fórmula para que Horacio pueda retirarse airoso y así poder seguir luchando por su candidatura. Con la frente alta. Al menos podría disfrazar el infortunio en una especie de empate técnico. Y, por supuesto, reclamando la firma de un pliego de condiciones que compense la retirada con el pago en especies de algún tipo: candidaturas, armados, alguna ayudadita para el amigo Gerardo Morales (“estaba tan alterado, que me acicateó a riesgo de que el agua casi llegó al cuello”), etc. “Si quieren la paz y no la ruptura, entonces denme algo para que la derrota no sea tan dolorosa”.

Al fin y al cabo, hablando se entiende la gente. Y nosotros somos gente civilizada. No esos innobles salvajes que abundan por otros lares. Y la política es el arte de lo posible. Y yo, Horacio, soy un hombre de diálogo, de consensos, de negociación. Un arquitecto del poder. A mi manera.  The end.

Y entonces vivieron felices. Porque salvaron su causa. Pero (…)

“Lo que no mata, te fortalece”, sentenciaba Friedrich Nietzsche. Pero ¿a quién fortalecería ahora? Ya lo dije en otro texto: Como en la dialéctica del amo y el esclavo hegeliana, existe un instante mítico en que dos se miran y ya se sabe quién es quién.

Entonces cabe la segunda provocación operativa: “No habrá ruptura y Patricia Bullrich será la candidata de Juntos por el Cambio porque le ganará holgadamente las PASO a Horacio Rodríguez Larreta”. Primero, porque solo basta mirar los números que se consignaron arriba: Patricia Bullrich, 20.6%; Horacio Rodríguez Larreta, 7.0%. ¿Game over?

 Pero, además, debido a que lo que no mata aquí fortalece por partida doble. Porque, por un lado, aunque sin estridencias, Patricia Bullrich saldrá airosa del conflicto desatado por Horacio Rodríguez Larreta. Pero, contrario a lo que prescribe el análisis político que suele dejarse llevar por las primeras impresiones, este conflicto intestino de Juntos por el Cambio, lejos de hacerle perder votos al espacio, contribuirá a favor de la potencial ganadora. Porque la cobertura mediática que tuvieron Patricia (y también Horacio) durante estos intensos días, hicieron que su nivel de conocimiento se elevara ostensiblemente.

Como sucede con los escándalos de la farándula. Al fin y al cabo, en la política espectáculo y farandulesca de los tiempos líquidos, el escándalo da rating. ¿O no sucedía eso en el “Gran Hermano”? Que es “primo hermano” de la política. Aunque no nos guste reconocerlo. 

Entonces, culminando la narrativa provocadora y operativa: “Patricia Bullrich emergerá de las PASO como una líder ganadora e indiscutida. Convirtiéndose entonces en la candidata legitimada de Juntos del Cambio. Nacerá así una nueva estrella política en el firmamento vacío por las ausencias de Cristina y Mauricio”. 2/3 definido.

Javier Milei: El tercio seguro de un león sin presa

El análisis de Javier Milei en el marco de este artículo será minimalista. No porque sus chances resulten menores. Sino porque su puesto en la terna de los tercios está ya asegurado. No obstante, sea porque aplica al caso o por un exceso de simetría, podemos reservar alguna provocación operativa para el libertario. En este caso en clave de paradoja.

Milei tiene su tercio asegurado porque no debe competir en ninguna interna. Lo cual no sorprende: Milei es Milei. Demasiado ego como para admitir alguna osada “sombra brillante”, como la de un Carlos Maslatón.

Respecto de la carrera presidencial, Javier Milei correría entonces con ventaja: ¡Es el único presidenciable con chances que ya llegó a las PASO! Y, sucumbiendo a la metáfora fácil y simplista, va a llegar entero y fresquito. Sin necesidad de haber dejado jirones de integridad en el camino. Al menos no los del fuego amigo (a pesar de que las “elogiosas críticas” de Maslatón, desmientan esto)

Pero, ¡cuidado!, como decía nuestro filósofo porteño Guillermo Francella en aquel gracioso sketch (que acaso hoy sería cancelado): “¡Ojo!, no es lo que parece!” Porque, ya lo dijimos antes a propósito de Patricia, y podemos —en parte— extenderlo ahora aplicado a Sergio: “Lo que no mata, fortalece”
Lo cual amerita un interrogante más pedestre que filosófico: ¿Qué pesa más al llegar a las elecciones generales: el training de haber ganado batallas previas y, eventualmente, portar la corona de gloria obtenida ante el adversario vencido; aunque se llegue con los magullones propios de la contienda?, ¿O la cómoda soledad de no haberse desgastado previamente, pero tampoco haberle ganado a nadie en el camino?

Javier Milei se autopercibe como un león, como el macho alfa de la manada. Como un incendiario “anticasta” que “los va a sacar a patadas en el c (…)”. Pero, provocación operativa, ¿no podría ocurrir que ese león salvaje que Milei se imagina, luego de las PASO sea apenas un león herbívoro que se habría limitado a pastar tranquilo, mientras que, por ejemplo, Patricia vendría de un triunfo épico ante el Jefe de Gobierno porteño? Y Sergio Massa, si fuera candidato, ¿no lo sería también por haberse sobrepuesto a las veleidades de Alberto Fernández y a las pretensiones tardías de Daniel Scioli? Tanto como al purismo sectario de La Cámpora, a la exultancia de “Wadito” (el hijo más dilecto de la generación diezmada) y a la exasperante ambivalencia dilatoria de Cristina.

¿Quién sabe? Al menos yo no estoy tan seguro. Porque hoy no vengo a sentenciar certezas sino, apenas, a bosquejar provocaciones operativas.

Aunque sí tenga las mismas convicciones que tenemos casi todos: “En la teoría de los tercios, Javier Milei corona el entero. 3/3.

Síntesis

Solo tres candidatos tienen chances ciertas. Los tres tercios tienen nombre y apellido: Patricia Bullrich, Sergio Massa y Javier Milei. “El resto es paisaje” (tomo prestada la frase del Maestro Jorge Asís; la dijo tiempo atrás, cuando todavía Cristina y Mauricio formaban parte del listado de los posibles)

Y eso tiene más el aura de la sentencia que la provocación operativa.

 

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sábado, 10 de junio de 2023

Salieri y Mozart. Patricia y Horacio. O de la política en clave de drama existencial

A modo de Introducción

En “El knack y cómo lograrlo”, film de 1965, el “knack” es un clave. La llave de algo. Acaso de la seducción. Acaso de poder. Acaso de ambos. ¿Pero cómo el “knack” cuando no se la tiene? “Sueños de seductor”, pero sin el humor de Woody Allen. En “Leyendas de pasión”, Alfred ha cumplido con todas las reglas. Pero será insuficiente: Susannah ya está destinada a Tristan. En Amadeus, Dios ha elegido a Mozart, para la infinita desgracia de Salieri. Y en la política, ocurren hechos similares a los que pueblan la vida. A veces, a modo de fieles reflejos.

 Salieri y Mozart. Patricia y Horacio

En una reciente entrevista a Patricia Bullrich, Luis Novaresio (ese maestro exquisito de la conversación intimista) le preguntó a su invitada. ¿Cómo te llevás con Horacio?

La respuesta de Patricia Bullrich podría sintetizarse en esta sentencia lacónica: “Me llevaba bien hasta que decidí ser candidata; entonces Horacio cambió conmigo”

La tentación del valorar prematuramente todo precipita la sentencia básica: “¡Qué mal que estuvo Horacio!”. Sin embargo, más que el sentimiento de la condena, en mí se disparó el de la pena. Veamos.

Uno se prepara toda la vida para un destino. Y lucha para alcanzarlo. Y cuando el día se aproxima, ¡zas! Ocurre lo inesperado. Abundan miles de historias con esa estructura narrativa. A los arbitrios de mi memoria acuden dos:

Un chico soñaba con ser futbolista y ganar un mundial. Se entrenaba con los pies. Pero también con la cabeza. Pasaba sus días ensayando los firuletes de la gambeta. Y sus noches febriles imaginando ser el autor de goles maradonianos. Entonces el día llegó. Debutó en la cuarta división del club de sus amores. Era su bautismo de fuego. Y lo sabía. Luego de lograr unas gambetas enrevesadas, el arco del triunfo se le reveló pleno. Y pateó. La colgó a 5 metros del travesaño. Además, perdieron 1 a 0. Entonces se terminó la carrera que aún no había empezado. Su sueño no pudo ser.

En un capítulo de la mítica serie “Dimensión desconocida” de los 60, un señor gris, ya entrado en años, ama leer. Pero una esposa opresiva no se lo permite. A veces, lo arbitrario no es la memoria de los recordantes, sino el sello de tantas vidas tronchadas por sin sentidos. Pero de pronto hubo una especie de cataclismo nuclear. La ciudad quedó reducida a escombros y todos los habitantes murieron. Excepto Mr. Green y la gran biblioteca de la ciudad. La escena final duele. Mr. Green está en esa biblioteca ante una montaña de libros. Se percibe su éxtasis. Pero cuando se dispone a leer la primera hoja del primer volumen, la mueca del destino llama a su puerta. Sus anteojos caen inexorablemente hasta hacerse trizas. Está la sed de leer. Está el manantial de las letras. Pero no habrá instrumento. Todo era posible en aquella extraña dimensión desconocida.

Entonces, horas después, emergió a mi mente lo que probablemente venía incubando: “Amadeus. Salieri. Mozart”

Conviene ser prudente con las analogías. Y recordar lo obvio: acentúan las similitudes, pero oscurecen las diferencias. Lo que sigue es apenas un balbuceo analógico. Pero creo que trasmite alguna esencia de los infortunios de los destinos. Y de la política.

A continuación, transcribo un fragmento de “La sed de Salieri”, un texto que he escrito en 2013.



En la famosa obra Amadeus se presenta a un Salieri carcomido por la envida hacia el genio musical de un Mozart que contrasta con sus dudosas cualidades morales y existenciales. No interesa aquí discurrir sobre la verosimilitud histórica de ambos personajes. Sí, sobre algunos matices del drama que, según la obra, vive Salieri. Recordamos la trama básica del argumento: Salieri es un músico prestigioso y pertenece al privilegiado mundo de la corte imperial. Es además un ferviente creyente de la sabiduría y justicia de Dios. Su vida transcurre feliz hasta que aparece Mozart que es mostrado como un genio musical extraordinario, pero, también, como un individuo moralmente cuestionable. Cuando Salieri capta la dimensión cuasi-divina del talento musical de Mozart se sume en la desesperación. Lo cual lo lleva a increpar en oración al mismísimo Dios. En su alocución ante el altísimo, hay dos momentos de alto tono dramático: el primero es cuando le reprocha su deslealtad por haber elegido como su instrumento al inmerecido Mozart; el segundo, cuando, indignado y perplejo, lo inquiere: “¿Para qué me diste esta inmensa sed si, a la vez, me privaste del instrumento para servirte?”. Acaso existe una inmensa sed sobre la que, alguna vez, sospechamos y, ahora, ya sabemos que resultará insaciable. Entonces podemos recordar a Salieri para preguntarnos por qué existe tanta sed y, al mismo tiempo, tanto desierto. FFG, 2013.

Podría imaginar atendibles objeciones del lector: “Horacio Rodríguez Larreta, ¡no es músico!”; “Patricia Bullrich no es Mozart”; “en “Amadeus”, Mozart es a la vez un genio, pero también un libertino un poco tonto, acaso ingenuo, ciertamente frívolo”. Imagino entonces el interrogante: ¿Cuál es entonces la similitud que justifica la analogía?

La sed de Salieri. Su sueño de gloria. Su talento fríamente cultivado (porque, dicen los historiadores, Salieri, aunque careciera del genio de Mozart, era también un músico brillante)

En la vida de Salieri todo iba bien. Era el preferido. Era el reconocido. Era el talentoso. Pero, de pronto “Lo impensado puedo ocurrir” (tomo prestada la magistral sentencia entrecomillada que le escuché decir hoy al querible conductor Eduardo Battaglia).

Digámoslo sin eufemismos: La existencia de Mozart es la desgracia de Salieri. Íbamos bien hasta que apareció Mozart. Íbamos bien, pero ¡apareció Patricia!

Horacio Rodríguez Larreta se preparó toda su vida para ser presidente. Como el chico que soñaba ser goleador. Y se entrenó para eso. Acaso como nadie. El gran gestor. El gran hacedor. El gran dialoguista. Y la gloria ya estaba cerca. Esperando a la vuelta de la esquina. Se acercaba el día en que, simplemente, había que hacer el gol. Como el mítico zapatazo del “Chango” Cárdenas en el Centenario, en 1967. Para gloria de La Academia. ¿Habrá alguna vez soñado Horacio, hincha de Racing, ser el “Chango Cárdenas?

El Celtic de Glasgow parecía invencible. Como Mauricio. Para emular aquel batacazo del Centenario había que doblegar a una muralla casi invencible. “Matar al Padre Mauricio”, como le dicen. Sí, simbólicamente. Claro. Pero también en las urnas. No hay poder inexpugnable cuando se pone la energía para doblegarlo. Quizás Horacio se dijera eso, mientras se aprestaba a enfrentar a Mauricio Macri.

Pero, cambiemos el tono: “Apareciste tú, Patricia” Y nada fue como la idílica canción de “Cacho (Castaña) de Buenos Aires”. O, sigamos cambiando el tono: “No contaba con Patricia” (parafraseando al “Chapulín colorado”, con un giro de sentido)

¿Se dirá Horacio aquello de Mario Benedetti?: “Cuando creíamos que teníamos todas las respuestas, de pronto cambiaron todas las preguntas”. Es decir: “Justo cuando terminé de doblegar el poder de Mauricio, me apareció el de Patricia”

Volvamos entonces a la analogía de referencia. Un momento de paroxismo de Amadeus es cuando Salieri descubre que Mozart no corrige las partituras. Al respecto, en la sinopsis de la película se dice:

“Ni una sola corrección. En esta escena de la película puede observarse cómo Salieri, como cualquier músico profesional, es capaz, mirando las partituras, de escuchar en su interior la música que está escrita. La idea dramática o trama de la película muestra el contraste entre Salieri, cuya vida entera está dedicada a la música y sólo parece que alcanza la mediocridad leyendo partituras; y Mozart, un jovenzuelo un tanto arrogante, alocado y desvergonzado, y, sin embargo “amado por Dios”. Es decir, según Salieri, Mozart es capaz de componer sin aparentemente el menor esfuerzo, una música incomparable, grandiosa, “divina” (…) Y en cambio, él, que dedica todo su tiempo a la música y reza para pedir a Dios que le ayude en su arte, no consigue más que una música mediocre. A Salieri esto le parece muy injusto. Y le llena de envidia”.



Quizás, en el marco de la analogía, sea innecesario llegar tan lejos con las adjetivaciones. Seguramente sería más justo no hablar de envidias sino de reconocimiento hacia el otro. Como en esa fascinante metáfora sobre el poder expresada por Hegel en “La dialéctica del amo y del esclavo”. Existe un momento mítico en que las miradas se encuentran y cada uno se sabe quién es quién.

¿Patricia Bullrich “ataca” a Horacio Rodríguez Larreta? Ciertamente, sí. Al fin y al cabo, ellos compiten por ganar el poder y Bullrich se define como una luchadora. ¿No sería lógico que lo confrontara?

Pero ese no es el problema para Horacio. El verdadero drama para Horacio tal vez subsista como algo inadvertido. Es que Patricia Bullrich ejerce un “liderazgo taoísta”: actúa sin intervenir.

Porque el poder que irradia Patricia Bullrich no deviene de gritos, estridencias o chicanas. Simplemente, sucede. Su parecer surge de su ser. Como la melodía majestuosa brotaba del alma de Mozart. Y eso era lo que exasperaba a Salieri. Porque, ¿cómo luchar contra algo cuyos efectos se nos aparecen como reales, pero su origen se nos revela inasible?

Últimamente se lo ve a al Jefe de Gobierno porteño acentuando su autoridad. Está bien que lo haga. Si quiere ser presidente no está mal que intente mostrase como decidido. Pero se nota que está inflando el pecho. Acaso el mismo lo confesó sin quererlo: “Lo mío es trabajo, trabajo y trabajo”.

En cambio, en Patricia la autoridad fluye. Emana desde el interior. Como la música de Mozart. Para desgracia de Salieri. Aunque (aclarémoslo una vez más, para que no se malinterprete el alcance de la analogía): Patricia no es Mozart. Aunque Horacio tampoco es Salieri. Aunque Salieri tampoco era un mediocre, sino un talento sin brillo (como sí era el talento de Mozart). Aunque a Horacio también lo asista el talento de la inteligencia práctica, del buen hacer, de la gestión excelente. Del trabajo focalizado. De la eficiencia transformadora.

Aunque tanta virtud no le alcance a Horacio. Porque hoy la música del poder parece estar cerca de Patricia. Aunque no sea Mozart. 

Addendum

Al concluir este artículo mi curiosidad me llevó a Googlear la sinopsis de “El knack y cómo lograrlo”. Quería corroborar hasta qué punto mi recuerdo de aquel film (ví la película solo una vez y hace más de 40 años) capturaba su esencia. Encontré esto:

“El knack y cómo lograrlo” es una comedia británica de 1965, dirigida por Richard Lester. Argumento: Tolen tiene el 'don': es un chico seductor y con mucho encanto, y su amigo Colin, tímido y torpe, quiere imitar sus trucos para triunfar en el amor.

Nuestra memoria es un sistema tan ricamente intrincado que cualquier idea puede terminar siendo una metáfora de otra.