domingo, 23 de marzo de 2014

Ecos de una encuesta: evidencias y conjeturas

Hace 15 días, un sondeo publicado por PERFIL sacudió el ámbito político. Nuevas reflexiones sobre sus resultados.

Las encuestas de opinión son conjeturas razonables basadas en evidencias. Su función es agregar objetividad al conocimiento sobre lo que piensa y siente la gente. Las encuestas se traducen en cifras que pretenden expresar las voces ciudadanas. Pero aunque existen métodos para realizar encuestas no existen reglas precisas para interpretar sus resultados. Sólo es una cuestión de parsimonia y sentido común. Y de no confundir los razonables límites entre descripción, interpretación y especulación conjetural.

Dos domingos atrás, PERFIL publicó nuestro sondeo de intención de voto presidencial donde se relevaron cuatro escenarios electorales. Las grillas incluyeron a un candidato oficialista (Daniel Scioli, Florencio Randazzo, Jorge Capitanich o Sergio Urribarri) que competía con Sergio Massa, Mauricio Macri, Hermes Binner, Julio Cobos y Jorge Altamira. En cada escenario se variaba el candidato oficialista.
En cuanto a los resultados, el orden fue invariablemente el mismo: primero, Sergio Massa; segundo, el candidato oficialista; tercero, Mauricio Macri; cuarto, Julio Cobos; quinto, Hermes Binner y sexto, Jorge Altamira.
El nivel de desempeño de los candidatos oficialistas resultó más o menos parejo; se observaron diferencias comprendidas entre 8 y 14 puntos respecto de Sergio Massa: Daniel Scioli obtuvo 21,3% (vs. 29,3% de Massa); Florencio Randazzo, 21,3% (vs. 29,9% de Massa); Jorge Capitanich 19,3% (vs. 31,3%) y Sergio Urribarri, 17,3% (vs. 31,4%).Se indagó también la afinidad con el kirchnerismo, lo que permitió identificar tres segmentos ciudadanos: kirchneristas (20,7%), antikirchneristas (34,8%) e independientes (41,9%). Al cruzar la intención de voto contra esta variable se observó que, en todos los escenarios, el voto oficialista quedaba circunscripto al segmento que se define como kirchnerista. Tal circunstancia podría quizás explicar por qué la performance de los candidatos oficialistas resultaba pareja: para quien se define cómo kirchnerista cada uno de los cuatro políticos indagados resulta casi igualmente votable. Luego de publicado el trabajo recibimos una insólita cantidad de consultas. Llamó la atención la recurrencia de una misma pregunta acompañada por ostensible sorpresa y, a veces, por un trasfondo de cuestionamiento escéptico: “¿Los resultados significan entonces que en una primaria oficialista Daniel Scioli y Florencio Randazzo estarían empatados?”. La respuesta es contundentemente negativa y la explicación sencilla: lo que se evaluó fueron los desempeños relativos de cuatro candidatos, cada uno en un escenario particular; los resultados indican que si el candidato fuera Daniel Scioli, el caudal de votos oficialista sería muy similar al que obtendría Florencio Randazzo; pero especular sobre lo que sucedería en una primaria queda fuera del alcance del estudio, dado que –simplemente– tal escenario no fue evaluado. Más allá de lo anecdótico, cabe una reflexión. Las conclusiones de cualquier encuesta pueden definirse como una transacción entre la austeridad de los números y un factor interpretativo de carácter variable. Así, reportar un porcentaje es una mera descripción; calificarlo como mayoritario supone una valoración, mientras que bosquejar una explicación que trascienda los datos implica adentrase en un espacio conjetural. Pero concluir lo que los datos no dicen pensando que sí lo hacen es –sencillamente– un error del que conviene prevenirse.
http://www.perfil.com/columnistas/Ecos-de-una-encuesta--evidencias-y-conjeturas-20140323-0021.html

domingo, 9 de marzo de 2014

Los agentes mentales y los dilemas sobre la inseguridad

Los agentes mentales y los dilemas sobre la inseguridad

La reforma del Código Penal y las visiones sobre la justicia.

“Comprenderlo todo es perdonarlo todo”. Esa memorable frase invita a pensar que, si pudiéramos acceder a los determinantes de los actos humanos, quizás los percibiríamos como hechos despojados de su dimensión ética. Por cierto, esto conduce a arduos debates filosóficos como la libertad, la responsabilidad y los relativismos subjetivos.
Uno de los núcleos del reciente debate en torno al proyecto de modificación del Código Penalparece vinculado a lo anterior. La crítica opositora más decidida,  expresada por Sergio Massa, se centró en rechazar un proyecto (cuyo ideólogo sería Eugenio Zaffaroni) al que se le atribuye la pretensión de relativizar el sistema de premios y castigos indispensable para convivir en sociedad.
Es probable que la postura de Massa coincida con el pensamiento mayoritario de una ciudadanía cuya principal preocupación es la inseguridad. Bajo una lógica elemental, esa ciudadanía espera que quienes delinquen tengan penas proporcionales al daño infligido a sus víctimas y, además, que el Estado garantice el cumplimiento de la Ley. Abarca también la atribución de un carácter dual sobre las penas que incluye una creencia consecuencialista (“Si las penas son leves, los delitos aumentan”) y un valor final (“Quien hizo mal debe pagarlo”).
Cuando se cambia el contexto discursivo, algunos de esos ciudadanos pueden aceptar la idea de que la pobreza y la exclusión resultan determinantes de actos delictivos. El ejercicio empático de ponerse dentro de la piel del otro puede propiciar una comprensión solidaria sobre los mismos victimarios a los que antes se pedía castigar. Las personas pueden pensarse como sujetos con ideas, deseos y actos coherentes; o como sujetos plurales, donde coexisten diferentes cosmovisiones.
Cuando se piensa sobre la inseguridad, existen dos agentes mentales antagónicos. Así, para un agente punitivo, “justicia” significa básicamente castigar. En cambio, desde la perspectiva de un agente mental solidario, se aspira más a comprender que a juzgar y condenar. La singularidad del caso es que el primer agente parece más consubstancial con nuestras creencias y valores.
Mientras que el último, aunque concebible en el plano teórico, choca contra la firme convicción del primero. La idea de “comprenderlo todo para perdonarlo todo” puede encerrar significados disímiles: vocación solidaria, utopía altruista o relativismo insensato. En cambio, edificar un Código Penal enfatizando esa idea resulta tan disonante a la mentalidad ciudadana como inadecuado para la sociedad.
(*) Director de González Valladares Consultores.
http://www.perfil.com/columnistas/---------Los-agentes-mentales-y-los-dilemas-sobre-la-inseguridad-20140309-0025.html

sábado, 1 de marzo de 2014

La inflación real y la inflación mental

La fiebre del dólar desatada en enero parece controlada en febrero. Pero aunque los mercados hoy se muestren calmos, subsiste un interrogante sobre la inflación: ¿será el Gobierno capaz de controlarla?
Recientemente, el economista Martín Tetaz publicó Psychonomics, libro cuya tesis sostiene que la economía está en la mente de las personas. La tesis es formulada en el marco de la economía conductual, disciplina que enfatiza la dimensión psicológica para explicar el comportamiento económico.
Para comprender su sentido resulta útil advertir una dualidad presente en los términos y categorías económicas. En efecto, junto a palabras como demanda, emisión e inflación, referidas a sucesos objetivos, aparecen otras como confianza, miedo e incertidumbre, que señalan aspectos mentales y emocionales de quienes toman decisiones económicas.
Conforme a lo anterior, la inflación resultaría un fenómeno que arranca con la percepción de ciertos sucesos económicos, pero que continúa instalándose en la mente de quienes toman decisiones cotidianas. La inflación mental supone un circuito autosostenido y paradojal –similar a la profecía autocumplida– donde la intención de protegerse de un mal termina agravándolo. Así, la inflación mental encarna la lógica de la adicción, en la cual resulta necesario aumentar la dosis de algo para lograr el mismo resultado esperado.
Volviendo al libro de Tetaz, allí el autor argumenta que los gobiernos pueden aprovechar la psicología en el diseño de políticas públicas.
En consonancia, preguntarse sobre la capacidad del Gobierno para controlar la inflación supone interrogarse sobre su comprensión de las leyes psicológicas que determinan las acciones ciudadanas y sobre su inteligencia para encauzarlas favorablemente.
Su actitud histórica al respecto deja mal parado al Gobierno. Su recurrente negación, minimización y relativización del fenómeno ha contribuido a desencadenar los mecanismos de la inflación mental. Aunque el reciente sinceramiento y aceptación parecen indicar que el Gobierno transitaría por el rumbo adecuado, la elusiva referencia al tema en el extenso de discurso de la Presidente efectuado ayer no resulta auspiciosa.
El desafío del Gobierno en materia de inflación radica en demostrar a la ciudadanía que es capaz de aplicar la inteligencia necesaria para revertir el fenómeno. Si los índices de precios se estabilizan, la voraz mente inflacionaria quedará inactiva. En cambio, si se vuelve a fracasar, sobrevendrán tiempos sombríos para la economía.
*Director de González Valladares Consultores.
http://www.perfil.com/columnistas/La-inflacion-real-y-la--inflacion-mental-20140301-0110.html