El análisis del escenario electoral está signado por dos nociones
expresadas de modo tan recurrente como acrítico. Por un lado, la idea de una polarización
cuasi irreversible entre Daniel Scioli y Mauricio Macri. Por otro, la invocación a que los electores decidirán su
voto en el marco de un imaginario continuo cuyos polos serían continuidad y
cambio. Ambas ideas se presentan relacionadas, pretendiéndose que la última
justifique a la primera. Este artículo se centra sobre la polarización. En
otro, se tratará el asunto de la continuidad y el cambio.
¿Realidad objetiva o
ficción operativa?
¿Existe realmente una polarización anticipada entre Daniel
Scioli y Mauricio Macri? ¿O se trata apenas de una idea sentenciada con
exageración y premura con el fin de expulsar de la cancha a Sergio Massa, para así
asegurarse un partido donde cada uno de aquellos cree tener mayores chances de
ganar? ¿Es la polarización una realidad objetiva derivada de múltiples
desaciertos estratégicos y tácticos de Massa? ¿O se trata básicamente de una
construcción mediática pergeñada a la medida de los intereses de algún “círculo
rojo”, aunque con capacidad de consumarse a modo de profecía auto cumplida?
¿Son las anteriores preguntas falsas disyunciones, dado que la verdad
probablemente esté en el medio?
Una sentencia clásica prescribe que todo lo que existe,
existe en alguna medida. Al recurrir a un diccionario de ciencia política surge
que el término polarización refiere a “situaciones en que las opiniones
divergen hacia polos de distribución o intensidad”. El problema es que esta
definición teórica deja indeterminada su operacionalización. Así, la ausencia
de un “polarizómetro” que determine con precisión cuándo se está ante el
fenómeno, obliga a una apreciación de
sentido común: la polarización debería reservarse a situaciones en que dos
partidos o candidatos se reparten alrededor del 80% del electorado.
Sin embargo, el término ya comenzó utilizarse cuando la suma
de Scioli y Macri no superaba el 60%, mientras que Massa aún conservaba el 25%.
Aunque hoy la tendencia en ciernes parece haberse agudizado a 65% a favor del
tándem Scioli-Macri, contra un 22% de Massa-De la Sota, lo cual marcaría una orientación hacia la
consumación de dos polos; decretarla antes de tiempo implica incurrir en el
sesgo de confundir la potencia con el acto.
Síntesis
Podría objetarse que se está haciendo demasiada disquisición
semántica alrededor de una palabra. Sin embargo, la semántica también esconde
una pragmática. Porque el uso hiperbólico del término “polarización” genera la
prescripción de que solo existe una disyuntiva inexorable: Ó gana Scioli ó gana
Macri.
Ciertamente, la tan referida polarización podría,
finalmente, transformarse en un hecho político irreversible. Aunque también los
resultados de las PASO podrían, al fin, indicar que la polarización no era más que
un mito orientado a expulsar antes de tiempo a otros candidatos. Pero, más allá
de cuál sea el resultado real, eso no quita que haber decretado una
polarización anticipada en base a pruebas insuficientes, resulta un hecho caprichoso
y, si no abusivo, cuando menos tendencioso.