Por Federico González
Faltan
pocos días para que Cristina Fernández Kirchner entregue el poder a su sucesor
Mauricio Macri. Ese tránsito es un acontecimiento político. Pero también tiene
el valor de símbolo, al recordamos lo que ya sabíamos: todo poder es
provisorio. Cambiemos ganó el ballotage; pero el cambio no es privativo de una
transición política. Es también la prueba tangible del devenir de las cosas del
que hablara Heráclito de Éfeso hace 2500 años.
Las
últimas acciones de Cristina muestran lo obvio: no parece asumir con
resignación la inexorabilidad de su tiempo. Cristina sabe que debe irse, pero
no quiere. Cristina quisiera quedarse. Cristina eterna. Deseo secreto que se
delata en cada pequeño acto, en cada palabra, en cada gesto. Cristina es la
única artífice de un deseo desmesurado que la consume. La quimera del poder
eterno envilece el alma y amarga el ser. El sueño de perpetuidad a toda costa
enceguece la acción. Porque se renuncia a la reflexión en pos del acting out. La compulsión a huir hacia
adelante. Cristina obedece a su propio imperativo categórico: si no va a ser mío,
mejor que no sea de nadie. Entonces Cristina pone palos en la rueda. Cristina
sigue hablando como si la única realidad fuera su causa y todo lo demás un
error de otros. Cristina toma decisiones evidentemente orientadas a hacerle la
vida difícil al gobierno naciente de Mauricio Macri. Cristina parece querer que
a Mauricio le vaya mal. Y ese deseo de traduce en la voluntad de entorpecer.
Hacer daño. Y ni siquiera parece importarle el alcance: dañar al nuevo
Presidente es dañar al pueblo, es dañar al país. Cristina quisiera que a
Mauricio le fuera mal porque así podría tener la posibilidad de volver, de
seguir siendo. Pero también porque Cristina querría tener razón. “Yo se los
dije, se los advertí; pero no me escucharon; ahora solo yo podré salvarlos”.
Pura megalomanía. Narcisismo exacerbado. Vocación ególatra. Podría esbozarse
una hermenéutica de lo megalómano, pero es tan obvia que resulta innecesario.
Basta la contundente definición de la Wikipedia: “La megalomanía es una condición psicopatológica
caracterizada por fantasías delirantes de poder, relevancia, omnipotencia y por
una inflada autoestima”
Lo dijo el Presidente electo Mauricio Macr,: " (Cristina) en vez de salir por la puerta grande elige
salir por la puerta chica"
En su gesto final la Presidente Cristina
Fernández de Kirchner podría haberse mostrado sabia, magnánima, constructiva,
amable, demócrata. Pero eligió una vez más ser dañina. Reina dañina.
Presidente Cristina
Fernández de Kirchner, a días de finalizar su mandato