lunes, 13 de julio de 2015

La salvaje presión del “círculo rojo” y sus voceros

Círco mediático
5 de julio, 17.30 hs. Aún hay mucha gente votando. Pero desde las pantallas de TV algunos conductores y analistas discuten si Lousteau debería o no bajarse. Ensayan argumentos varios. Distinguen entre deber formal y razón política. Hablan con ligereza, con ese fondo tan típicamente argentino que mezcla cinismo, autosuficiencia y frivolidad. Parecen la barra del café del “rioba” devenida ahora en estrella del análisis político.
20 hs. Llegan los primeros cómputos oficiales que anticipan la tendencia del resultado: Horacio Rodríguez Larreta no supera los 46 puntos y habrá ballotage. Ya hay un 30% del padrón escrutado. Sin embargo, parece que esos datos no contaran. En el fondo, sobrevive la falsa certeza de que alcanzará el 50%, o casi. Sucede que los “expertos” dan por descontada la verosimilitud de una profecía sentenciada irresponsablemente, antes del mediodía, por un famosos gurú político.
20.30 hs. Uno de los conductores pregunta al encuestador invitado qué datos maneja. La respuesta del devenido analista parece decepcionar: “¡Ninguno, solo los que estoy viendo en la pantalla!” Luego intenta ensayar una reflexión. Pero lo interrumpen, como si no importara. Los conductores parecen jugar a la falsa duda pero, en el fondo, los habita la certeza del cuasi 50%. Fuera de cámara, sentencian que el resultado es irreversible e inexorable. Se auto validan regodeándose en el goce de saber lo que otros no saben: “Es así, ya van a ver”. El invitado mira azorado.

Presiones salvajes
Al otro día, con los números ya consumados, sobreviene la andanada feroz. El episodio de la TV  podría haber sido una expresión del groupthink (tendencia irracional a sesgar el pensamiento por imperio de la presión grupal). Pero ahora la cosa iba en serio.
Entonces la Intelligentsia del “círculo rojo”, despliega sus mejores plumas para instar a que Martín Lousteau —devenido en hereje del fundamentalismo pseudo republicano— se baje del ballotage.  El formato elegido fue la “sutil persuasión intimidante”. El contenido, una mezcla de moralismo republicano y pragmatismo eficaz y —secundariamente— la apelación al despropósito que significaría para el erario incurrir en un gasto innecesario ante la irreversibilidad del resultado final. La meta: Lousteau debe renunciar a su osadía personal en salvaguarda de los altos intereses del establishment.

La paradoja republicana
Lo más “curioso” del argumento “pro destituyente”, es su fondo paradojal. En su declaración de principios, “Cambiemos” nació para defender a “La República” de los atropellos del Kirchnerismo en contra de sus instituciones. Pero ahora, los mismos ideólogos que abrazaron esa causa pretenden que debe soslayarse la institución misma del ballotage, en aras de la batalla mayor que Mauricio Macri debe librar contra las malvadas fuerzas antirrepublicanas. En fin, no más que una burda variante de aquello de que el fin justifica los medios. O de que los opuestos terminan igualándose.

Reflexión final: Aquel encuestador sin cifras recuerda algo que leyó siendo estudiante secundario. En su imperfecto recuerdo, Salvador María del Carril habría instigado al General Lavalle para que fusilara a Manuel Dorrego con el fin de salvar al país del flagelo de la disgregación. Pero el cénit que inviste de dramatismo aquella remembranza es la frase con que Juan María del Carril cerraba su presión a Lavalle “Este pueblo espera todo de usted y usted debe darle todo. Cartas como esta se rompen”. Los tiempos  han cambiado. Por suerte, no hay fusilamientos (la diferencia entre el ayer y el hoy es inconmensurable). Pero tampoco vergüenza. Ahora las presiones se ventilan en forma pública y sin anestesia. Como si fuera virtud.