MIRTHA LEGRAND,
METÁFORAS Y ENANOS PROGRESISTAS. O DEL MALENTENDIDO EN LA COMUNICACIÓN
Federico González
1. ¿De qué estamos hablando?
En su almuerzo del domingo 16, Mirtha Legrand leyó una carta
escrita por Luis Eduardo Luchía-Puig, a la que —mientras leía— calificó como
“inteligente”. El fragmento final que
luego generaría polémica, decía:
En síntesis: Macri desaprovechó una oportunidad única al
insistir en su estrategia de no negociar con Massa en la provincia de Buenos
Aires, para incorporarlo en la interna de las primarias. Si quiere ser
presidente, deberá imitar a Churchill y Roosevelt que no sentían afinidad con
Stalin, pero debieron aliarse con él para vencer a Hitler”
La carta era más extensa. Antes de llegar al párrafo
anterior. “La Chiqui”, intercaló un comentario: “Atención con esta frase que
viene, que a mí me pareció inteligente”.
Luego de finalizar la lectura, Mirtha remató interrogando a su invitado
Mario Massaccesi: “¿No te parece buenísima la frase?”
Entonces Masaccesi responde y se suscita un tenso
contrapunto:
—Le va a traer complicaciones la frase. Después del
dictadora y ahoracompara a la Alemania de Hitler. Ojo, se puede prestar a
confusión"— contestó Massacesi, para sorpresa de la Legrand.
—No me digas eso. Yo dije que se unieron para vencer. Está
de más el comentario— replicó una Mirtha turbada, antes de pedir ir a un corte.
Al regreso, Mirtha le pidió disculpas a Massaccesi, pero la
polémica ya había sido instalada: las expresiones de la conductora generaron
una catarata de críticas que se propalaron primero por las redes sociales y
luego por todos los medios.
Implicancias y acusaciones: a consecuencia del infortunado
episodio sobrevino luego una catarata de acusaciones hacia la conductora, cuyo
carácter era más o menos lapidario. Básicamente a modo de común denominador se
convergía en sostener que Mirtha Legrand había comparado al Gobierno Nacional
y/o a Daniel Scioli con la Alemania hitleriana y/o con el mismísimo Adolfo
Hitler.
Mirtha
Legrand y Mario Massaccesi, en el momento de máxima tensión
Mirtha
Legrand, leyendo la carta que desató la polémica
Churchill y Roosevelt aliados con
el Dictador Stalin, para enfrentar y vencer al Dictador Hitler
Daniel Scioli y la Presidente
Cristina Kirchner, enfrentados a los opositores Sergio Massa y Mauricio Macri,
que no se unen
2. Metáfora, analogías y otro figuras de la
retórica
Recordemos que la retórica es la disciplina que se ocupa de
los procedimientos y técnicas lingüísticos, orientados a una finalidad
persuasiva o estética, que se añade a la meramente informativa. Por su parte,
un tropo o figura es la sustitución de una expresión por otra cuyo sentido es
figurado. La metáfora, una de las figuras retóricas más usuales, constituye una
forma indirecta de aludir a algún objeto, idea o fenómeno, a través de otro. No
obstante, el universo retórico incluye también otro tipo de estructuras
lingüísticas tales como la hipérbole, la alegoría y la parábola.
Emparentada con la metáfora, la analogía consiste en una
comparación explícita entres dos (o más) ideas o cosas, que poseen alguna
propiedad común. Ciertamente, la analogía empareja objetos por sus relaciones
comunes, pero no los identifica. Es simple: establecer semejanzas entre cosas
distintas, no implica negar sus diferencias. Una de las formas más típicas de
la analogía es la de proporciones o razones: “Lindo es a feo como bueno es a
malo”, “Serpiente es a pecado como paloma blanca es a paz” En los ejemplos, lindo-feo
y bueno-malo se emparentan por ser pares de opuestos; mientras que
manzana-serpiente y paloma blanca-paz, se vinculan por el hecho de que en ambos
pares el primero de los términos (serpiente, paloma) es símbolo del otro
(pecado, paz)
Por último, digamos que la metáfora y la analogía son
semejantes, aunque difieran en forma y propósito. Así, en la metáfora la
comparación queda en un plano tácito (“Mi hoguera”; “El sistema atómico”, “el
universo del átomo”), mientras que en la analogía parece manifiesta (“Mi amor
está encendido como si fuera una hoguera”; “un átomo es como un sistema solar
en miniatura, donde los electrones giran alrededor de un núcleo, tal como los
planetas lo hacen alrededor del sol). No es casual que las metáforas
pertenezcan más al dominio de la poética, mientras que la analogía navegue
mejor por los mares de la ciencia. No obstante, a efectos didácticos, en lo que
resta del artículo referiremos como metáfora para tratar lo que, en rigor, fue
una analogía.
3. Pero, ¿para qué sirven las metáforas?
Las metáforas obedecer a diferentes fines, a saber:
enfatizar, ejemplificar, explicar, persuadir, pensar. Artificialmente, tales
fines pueden reducirse a dos: comprender y motivar a la acción.
1. Metáforas
didácticas: su función es ejemplificar algo en aras de contribuir a una
comprensión cabal: “La Justicia es una dama vendada que porta una balanza”. La
venda alude a la igualdad de todos ante la justicia; la balanza a un sistema
racional y objetivo que permite sopesar las pruebas a favor o en contra, como
condición para arribar a un veredicto.
2. Metáforas
persuasivas: su función es motivar a una acción. Las parábolas de Jesucristo
son un típico ejemplo al respecto. No obstante, convienen realizar una
distinción dentro de este tipo. Las metáforas persuasivas puede poseer una
intencionalidad explícita (como en las
referidas parábolas cristianas) o veladas (como pueden aparecer en la
publicidad y en la propaganda política). En el último caso, aunque subsista una
matriz propositiva común y un impreciso límite con las persuasivas, resultaría
adecuado calificar a estas metáforas más como instrumentos de manipulación que
de persuasión. (por ejemplo, una filmación donde una cámara se deslizara para
mostrar un auto incendiado, una vidriera rota, etc. hasta detenerse finalmente
en un candidato político, consiste en un modo más velado y subliminal del acto
de metaforizar)
4.
Metáforas
para pensar y poder creador de las metáforas
Pero las metáforas no solo sirven para explicar o para
persuadir. También constituyen un instrumento del pensamiento. Esto conduce a
dos posibilidades: 1) Parte de nuestro conocimiento del mundo está edificado
sobre algunas metáforas y 2) Inventar metáforas puede ser un camino para
construir nuevas realidades
En "Metáforas de la vida cotidiana", un clásico
tratado sobre el tema, los lingüistas cognitivos George Lakkof y Mark Johnson
abonan la idea de que las metáforas, lejos de constituir un fenómeno emergente
del nivel lingüístico, resultan constitutivas de nuestra manera de representar
el mundo. De acuerdo a estos autores, no sólo nos expresamos metafóricamente
sino que así es como pensamos y, aun más: no podríamos hacerlo de otro modo.
Resulta interesante aludir a la tesis de estos autores con un ejemplo que viene
al caso: pensamos la política como si fuera una guerra. Esta identificación
metafórica determina que expresiones como: amigos, enemigos, aliados, frentes,
doblegar al adversario, batallas, madre de todas las batallas, conquistar un
territorio, desertar, pasarse a las filas enemigas, militantes, cuadros
políticos, tácticas, estrategias, etc. estén fundadas en una metáfora bélica.
La asociación conceptual entre política y guerra es tan intensa que hasta los
intentos de separar ambos conceptos parecen encaminados a unirlos. Así, a la
clásica frase de Carl von Clausewitz “La guerra es la continuación de la
política por otros medios”, se opone una más reciente de Michel Foucault: “La
política es la continuación de la guerra por otros medios”.
Lackoff y Johnson también nos invitan a pensar en posibles
metáforas alternativas para evaluar hasta qué punto la esencia de algo resulta
consubstancial con su metáfora de base. Así, siguiendo esa lógica ¿cómo sería
la política si su metáfora originaria fuera una sinfonía en lugar de una
guerra? , ¿Podríamos imaginarnos algo así o, por el contrario, ni esa ni otra
alternativa no belicista resultan concebiblen, dado que la política no puede
deshacerse de la guerra que la constituye y, a su vez, la contamina?
Emparentada con las ideas de Lackoff y Johnson, el psicólogo
cognitivo Manuel de Vega considera a las metáforas como "amplificadores
mentales" que permiten ampliar el repertorio de los fenómenos cognoscibles
para así "colonizar conceptualmente nuevos dominios quizás
desconocidos". ¿Habrá nuevos mundos para la política a la espera de ser
descubiertos? ¿O la guerra es la única metáfora posible para pensar la vida en
sociedad?
Portada
de Metáforas de la vida cotidiana, de Lackoff y Johnson, portada de
“De
la guerra” de Carl von Clausewit, y el polémico Michael Foucault
5. Denotación, connotación y resonancia
La semiótica, es la disciplina que se ocupa de los signos y
de su sentido, esto es: aquello que transmite quien habla. La semiótica se
ocupa tanto de la producción como de la interpretación del sentido. Dos
conceptos claves de la semiótica son la denotación (o significado
universalmente admitido por una comunidad de hablantes) y la connotación (el
valor añadido personal que agrega el receptor de un mensaje). Un tercer concepto
emparentado es de la resonancia semántica. La resonancia semántica es una
especie de, valga la metáfora, “aura de significado”. Es aquello que a pesar de
no resultar central en un discurso, no puede dejar de ser evocado por los
receptores. Además, para complejizar el asunto, la resonancia de las palabras
puede hasta resultar ajena a la intención de quien las pronuncia. Para decirlo
más simple: alguien puede querer decir una cosa, pero al hacerlo, termina
“diciendo” otra, en la medida en que eso es lo que completa quien escucha.
Ahora bien, lo anterior ya plantea el gran problema de la
comunicación humana: la discrepancia entre el sentido que pretendió transmitir
el emisor y el que finalmente comprendió el receptor. Esta inadecuación es lo
que suele denominarse ruido lingüístico y constituye la base del malentendido
entre las personas. Lamentablemente es el alto
precio que se paga por hablar. Lo cual constituye uno de los tantos límites de nuestra
humanidad.
6. “Enanos
fascistas” y “enanos progresistas”
Dado que se ha discurrido sobre metáforas, puede resultar
pertinente recordar una metáfora política muy conocida cuya referencia viene al
caso, a afectos de —siguiendo a Don Manuel de Vega— inventar otra, que contribuya
a pensar el episodio de que nos ocupa.
En un célebre y tenso reportaje realizado por Bernardo
Neustad en 1983, la pasional periodista italiana Oriana Fallaci “no se anduvo
con chiquitas”. En efecto se despachó sentenciando que los argentinos escondemos
a un “enano fascista” en nuestro interior. La frase se popularizó al punto de
conformar el acervo de conceptos del análisis político nacional. Aplicada de
modo indiscriminado y acrítico, el enano fascista fue utilizado para referir a
un variopinto repertorio fenoménico cuyos extremos incluyen, por un lado, actos a los que cabría perfectamente la
etiqueta fascista (sin ningún enano) y, por otra parte, el del típico conductor
beligerante que se baja del auto para increpar a otro automovilista que le cerró
el paso.
Oriana Fallaci y Bernardo Neustadt, protagonistas de
una tensa entrevista en 1983
Variedades
del enano fascista en clave de historieta. Fuente: Pol Aspirineta @politoso
¿Pero qué podría ser
una enano progresista K? Propongo al
lector el siguiente ejercicio: por favor, suspenda esta lectura y anote en una
hoja lo que Ud. considere que podría ser semejante arquetipo. ¿Ya lo hizo? Bueno,
evalúe ahora el nivel de correspondencia con la descripción que sigue. Juzgue
entonces, a partir de la eventual convergencia, si hemos pensando lo mismo.
El enano progre K:
- Un ciudadano auto convencido de que debe actuar de un modo al que considera políticamente correcto.
- Como probablemente lo habite lo que los progresistas verdaderos denominan “enano fascista”, del cual se siente profundamente avergonzado, terminó “comprando” una ideología progre para compensar tamaña vergüenza.
- Como ocurre con otras especies ciudadanas, los enanos progres K difieren por su nivel de fundamentalismo, tal como se describe a continuación.
El enano progre K - Light
- El enano progre K en su versión light, representa una versión más impostada que real del pseudo progresismo K
- El progre K light ha adoptado a su enano solo como una especie de talismán protector para defenderse de auténticos progre que suelen martirizarlo, catalogándolo de tonto o de perverso.
- El progre K light suele mirar TN, leer Clarín, y hasta disfrutar de PPT con Jorge Lanata. Pero jamás lo reconocería públicamente. Por supuesto, mira ShowMatch y, casi religiosamente, conforma la audiencia de Mirtha los sábados y domingos.
- Su escena temida, su peor pesadilla, es la de una Cristina encendida que lo amonesta desde el atril acusándolo de ser “anti patria, golpista, destituyente, funcional a una "corpo" que le habría lavado el cerebro, nostálgico de los 90 y/o de los años oscuros del proceso, etc.” Le provoca ataque de pánico interior simplemente escuchar a Cristina diciendo “Son los mismos que (…)”, al punto de que cuando está con otros enanos de su misma especie los mira cómo diciendo: “¿No nos está hablando a nosotros, no?”
- Cuando en una reunión se encuentra con algún kirchnerista declarado y/o con un auténtico progre, simplemente se hace el distraído y cambia de tema; o si la cosa sigue, se queda callado o asiente a todo sin convicción, solo para no generar conflicto.
- El progre K light no alcanza a ser un cínico y además resulta políticamente inocuo. Sería injusto que se lo acusara de tener doble moral o doble discurso. Simplemente tiene miedo al qué dirán los auténticos progres K, a quienes considera una elite agresiva y equivocada, pero a la vez temida. Lo único que esperaría es que lo dejen vivir tranquilo. Es absolutamente consciente de que su enano progre es apenas un disfraz que se saca ni bien llega a casa y se apresta a ver las noticias en TN.
- El carácter de su adhesión al pseudo progresismo resulta tan difuso que no se sabe a ciencia cierta si eso constituye una expresión de cobardía o más bien de profunda sabiduría.
- En síntesis: el enano progre K light es apenas una variedad superficial del falso progresismo K.
El Enano
progresista ambiguo
- Esta variedad de pseudo progresismo K es algo más sustancial que la anterior, en la medida en que aquí ya comienza a esbozarse una doble moral en ciernes que suele revelarse a través de un discurso ambiguo.
- El autoengaño converso propiciado por la elite de los progresistas K ilustrados, a la que admira y respeta, ha hecho mella en su economía mental, al punto de hacerlo dudar sobre la existencia de algunas cosas que, para la otra parte más estable de su mente, resultan claramente evidentes.
- Si algo caracteriza su pensamiento es la permanente ambivalencia y confusión entre lo que siente como evidente y lo que debería ser evidente desde la mirada de la ideología progresista que, en parte, ha internalizado, aunque no termina de hacer definitivamente propia.
- Cuando asiste a discusiones políticas en las que confrontan posiciones anti K y K, aunque suele inclinarse a favor de los primeros, siente un impulso irracional, al modo de un imperativo moral, para acordar con los últimos.
- Alternativamente, tiende a sumir el rol de abogado del diablo de cada posición. Aunque considera que la posición K es claramente más extrema que la anti K, se las arregla para invertir la carga de esa evidencia interna. En el fondo teme que los anti K lo consideren un ser innoble y, por ende, lo excomulguen de la cofradía; ante lo cual está dispuesto a desilusionar a la cofradía anti K, a la que pertenecía hasta hace muy poco.
- A la hora de tener que emitir una opinión desfavorable sobre tal cual medida del gobierno, suele incurrir en la necesidad de tener que anteceder su opinión con la muletilla recurrente de “Este gobierno hizo muchas cosas buenas”. Se siente obligado a hacerlo no tanto porque considera que sea o no verdad, sino porque teme al horror de que el progresista K ilustrado (que lo vigila Orwellianamente) termine acusándolo de pasarse al bando enemigo de la anti patria destituyente; figura a la que (aunque relativice internamente) significa como la quintaesencia de la lo que no quisiera ser, esto es: un ciudadano estúpido y perverso o amoral.
El enano progre K
real
- Este caso representa la versión más intensa y virulenta del enano progre K.
- Aquí es donde el pseudo-progresismo adquiere su máxima dimensión, en la medida en que la doble moral ha sido internalizada en toda su magnitud.
- El autoengaño converso ha sido tan profundo que el pseudo progre K termina sentenciando con convicción algo que, profundamente, resulta violatorio de su propia naturaleza anterior a la conversión.
- El enano progre K real es un individuo sumamente culposo que ha internalizado para sí la ideología que los inescrupulosos progres le han impuesto, a fuerza de trabajarle aquella culpa.
- Como quien ha sido cooptado por un secta, el enano progresista real ha sucumbido al ataque psicopático de los inescrupulosos progres, quienes le han tomado el yo y lo dominan con golpes emocionales que activan su fondo culpógeno.
- Cuando afrontan una discusión política pueden llegar a mimetizarse con la beligerancia K, a la que toman como propia, evidenciando un grado de identificación tal que lo determina a actuar con la típica virulencia fundamentalista que caracteriza a ese grupo.
- En tal sentido, una de sus expresiones más paradojales es que los auténtico progres le han “lavado el cerebro” con tanta eficiencia, que han terminado por convencerlo de que quienes realmente tienen el cerebro lavado son sus ex compañeros de ruta en la vida (es decir, sus familia, sus amigos, etc.), debido a la acción sostenida de los medios hegemónicos.
- El enano progre K real suele ser refractario a cualquier argumentación contraria a su nuevo estatus ideológico. Reniega de su pasado al que considera un profundo error del que, por fin, ha despertado. Como se señaló, no duda en confrontar abiertamente con sus viejos amigos, a los que aspira a convertir a su nueva ideología. Si fracasara en este intento, estaría dispuesto a alejarse y hasta perder a ese núcleo primario, si es que comprueba que persisten en su anterior ideología.
- La conversión sectaria del de este individuo al pseudo progresismo resulta tan manifiesta ante quienes lo conocían desde antes, que éstos lo perciben ahora como una persona extraña. En tal sentido, como suele suceder con otros fenómenos de secta, el enano progre K real comienza a cortar sus anteriores vínculos para establecer otros nuevos que solo incluyen a quienes comparten el mismo ideario.
6. Intencionalidad consciente y determinación
ideológico-cultural
Antes de retornar
al análisis del episodio que nos ocupa, esto es: las polémicas afirmaciones de
Mirtha Legrand y sus consecuencias, conviene bosquejar una última consideración
relativa al grado de autonomía de nuestras cosmovisiones personales sobre la
realidad toda, aunque particularmente, sobre la realidad social.
Podemos entender
a las personas como seres libres y autónomos
y, por ende, capaces de decir y hacer a partir de convicciones íntimas,
deliberadas y decididas de modo consciente y responsable. Pero resulta conocido
que, desde cierta mirada de la psicología, puede entenderse que las personas
también actuamos en base a razones de las que no somos plenamente conscientes.
Por cierto, a la hora de bosquejar análisis sobre hechos públicos será prudente
no abusar de este modo de analizar la realidad social. Sin embargo, no solo la
psicología sugiere la idea de un nivel que determina aquello que pensamos y
hacemos. En efecto, en el seno de la antropología cultural y hasta de la misma
ciencia política algunos teóricos coinciden en invocar la existencia de una
especie de orden determinante que nos modela de un modo silencioso e
inadvertido. Así, hay un sentido en que lo que consideramos nuestras ideas no
terminan siendo enteramente nuestras, sino una particular amalgama entre lo
propio y lo ajeno.
7.
¿Qué podría decirse sobre las polémicas
afirmaciones de Mirtha Legrand?
Arribamos
entonces al núcleo básico que anima a este artículo de opinión y que puede
sintetizarse en la pregunta general: A partir de lo analizado, ¿qué puede
concluirse sobre los dichos de Mirtha Legrand que dieron origen a la referida
polémica?
Síntesis
conclusiva en formato de preguntas y respuestas:
Preguntas: Tal
como sostienen los críticos, concretamente: ¿comparó Mirtha Legrand a Daniel
Scioli con Adolfo Hitler, o a la Argentina actual con la Alemania de Hitler?
(y/o suscribió a la comparación del texto de Luchía-Puig). ¿Concretamente: a
qué inteligencia se refirió Mirtha?
Rta:
Evidentemente no existió tal comparación. Por un lado, Mirtha ni siquiera
comparó o dejó de comparar nada, dado que lo que hizo es suscribir elogiosamente
a una comparación realizada por otro. Pero además, y esto es lo sustantivo, en
su núcleo básico, el sentido del texto radicaba en ejemplificar, a través de un
episodio histórico, el hecho de que dos intencionalidades enfrentadas entre sí
pero, a su vez, mucho más enfrentadas con una tercera, deberían conciliar las
diferencias menores en aras de confrontar con la mayor. Tal estructura
constituye el sentido central de la analogía en cuestión. Y eso es lo que
Mirtha calificó como inteligente. Las comparaciones término a término (Hitler
con Scioli; Macri y Massa con Rooselvet-Churchill y Stalin, etc. quedan
claramente como elementos residuales de carácter periférico dentro del marco
propositivo de la analogía. En última instancia, hasta podrían considerarse como
resonancias derivadas del texto independientes del propósito comunicacional de
la emisora, aunque pasibles de ser recreadas por cierto tipo de receptores;
pero nunca centrales en la intencionalidad de origen.
Pregunta: Más
allá de lo que dijo o no dijo de modo explícito, ¿existe asidero para sostener
que —ya sea de modo deliberado o
inconsciente— Mirtha Legrand suscribió a esa metáfora porque su propósito final
apuntaba a comparar al actual gobierno de Cristina Kirchner con la Alemania
Hitlerista, o a Daniel Scioli o a Cristina Kirchner con Adolfo Hitler?
Rta: Por cierto
no puede haber una respuesta taxativa a esta pregunta, dado que invoca causas
secretas o inconscientes de un sujeto emisor (Mirtha). En tal sentido, solo en
la intimidad de la conductora, o —eventualmente— en su inconsciente, reside la
verdad. Nadie debería ser arrogante para entrometerse en lo último (ni siquiera
un súper psicólogo!). Y tampoco nadie (ni un émulo de Jorge Rial!, y esto es una
referencia metáforica!) tiene cabal derecho a entrometerse en lo primero. Sí
creo que, en mérito al rigor de los hechos, es justo atender a lo que se vio:
cuando Mario Masaccesi dijo lo que dijo, se observó a una Mirtha sorprendida
por la extraña derivación de su propia suscripción. Ella dijo que, simplemente,
no había pensado en eso (la asociación entre la Alemania de Hitler y el actual
gobierno de Cristina y/o Daniel Scioli). El modo en que lo dijo fue revelador.
Muchos de los que asistimos a ese momento sentimos lo mismo: evidententemente
Mirtha ni siquiera había reparado en considerar la posibilidad de que del texto
sugiriera una perversa asociación entre el Gobierno/Scioli y Alemania/Hitler. Y
es más, cuando ella se defiende del señalamiento de Massaccesi argumentando
“¡Pero no!, esto es para vencerlo a Hitler, ¿no entendiste?”; parece concentrada en pensar en la
perversidad de Hitler presente en la parte comparente de la analogía, como algo
totalmente ajeno a la figura de Daniel Scioli o del Gobierno (en tanto
equivalente simétrico en la parte comparada; insisto: aunque solo ella podría
saber lo que tenía in mente, me aventuraría a sostener que en ese instante la
representación de Scioli y el Gobierno quedaba totalmente afuera de cualquier
homologación con Hitler y/o Alemania): “Pero no, no pensé en eso” (la
asociación con la Alemania de Hitler sobre la que le advierte Massaccesi), se
defendió lacónicamente.
En síntesis:
¡Mirtha simplemente no pensó en lo que Masaccesi le advirtió que el oyente
podía suponer que ella pensaba! (cuando él le advierte a Mirtha que sus dichos
pueden prestarse a confusión) ¿Es tan grave ese pecado como para merecer la
cascada de improperios que se desataron?
Pregunta: ¿Pero
más allá de lo que Mirtha dijo o no quiso decir, en el universo de su discurso
plasmado en la lectura, suscripción y calificación “inteligente” del texto, ¿No
se revela en ella un ánimo favorable a que la oposición se junte en contra del
Gobierno en general y de Scioli en particular?
Rta: Por
supuesto. ¡Chocolate por la noticia! Pero ese ánimo contrario al Gobierno ya
había sido claramente explicitado en forma directa y pasional en la editorial
con la conductora inauguró el programa, cuando hizo referencia a las
inundaciones señalando la responsabilidad del Gobierno. En tal sentido, la
lectura del texto aunque en parte asume el rol de elemento ampliatorio de lo
anterior, fundamentalmente parece orientada a acompañar una estrategia de
solución (la alianza Macri-Massa) al ya consumado diagnóstico del problema
(i.e. “Este Gobierno es responsable de muchos serios problemas por los que
atraviesa el país”)
Pregunta: Pero si
Mirtha no tuvo la intención que se le pretendió adjudicar, ¿por qué tantas
personas se aprestaron a condenarla?
Rta: Porque el
estilo frontal de Mirtha Legrand a la hora de criticar el núcleo sombrío del
Gobierno K, la convierte ipso facto en una presa codiciada o ícono para
satisfacer la “violencia” encubierta del pseudo progresismo K. Desde otra
perspectiva subsidiara: la lógica binaria y confrontativa del universo K
prescribe que si Mirtha no estuviera, debería inventarse otra equivalente.
Pregunta: ¿Pero
no fue la propia Mirtha la que se generó la propia fama que ahora se le vuelve
en contra, cuando hace poco calificó a la Presidente Cristina Kirchner y a su
Gobierno como una dictadura?
Rta.
Probablemente sí. Pero la existencia de esa relación causal no legitima de modo
alguno que se la achaque ahora un pecado que no cometió. Además,
paradójicamente, es el mismo deseo pseudo progresista con su obsesión en
hacerle decir a Mirtha lo que claramente no dijo, lo que determina la falsa
atribución e injustificada imputación.
Pregunta: ¿Pero
una conductora de la trayectoria de Mirtha Legrand no debería ser más
responsable y menos ingenua y, entonces, prever que sus declaraciones tendrían
el impacto que tuvieran. En tanto comunicadora social, ¿no debería medir el
alcance de sus palabras y aplicar mejores filtros a su decir?
Rta: El problema
es que una Mirtha que hiciera todo eso, no sería la auténtica “Chiqui” sino una
versión edulcorada a imagen y semejanza de un pseudo progresismo K. En tal
sentido, felizmente Mirtha Legrand no se ha dejado seducir por el facilismo de
jugar el juego políticamente correcto del pseudo progresismo. Podrá tener otros
defectos, qué duda cabe. Pero seguramente no alberga en ella ningún enano
progresista. Eso le permite decir lo que dice y ejercer esa infrecuente
habilidad de preguntar con justeza lo que mucha gente quisiera preguntar pero
pocos se animan. Esa es su grandeza, aun
a costo de su miseria para una parte de la sociedad acostumbrada al pensamiento
fácil disfrazado de ilustración. Será por eso que Mirtha siempre mantiene su
vigencia, mientras que los gobiernos pasan. Algo habrá hecho para que tanta
gente continúe siguiéndola después de 40 años,
con el mismo renovado entusiasmo.
Epílogo.
Pregunta: A la
luz del anterior análisis, cabe concluir lo siguiente:
Quienes
criticaron con vehemencia los dichos de Mirtha Legrand, por lo menos
interpretaron mal el sentido de sus palabras en lo que concierne al falso cargo
de haber homologado al Gobierno Nacional con la Alemania Hitlerista
Y en un escenario
peor, existen sobrados elementos para sostener que aplicaron un golpe bajo
oportunista para hacer decir a la conductora lo que evidentemente no dijo ni
quiso decir.
The End
PD: Quien escribe estas líneas es enteramente consciente de que tan pormenorizado descargo no es más que (en términos sartrianos) una “pasión inútil”. Probablemente quienes ya estaban convencidos de la inocencia de Mirtha, encontrarán nuevos argumentos para justificar su opinión. Inversamente, quienes estaban convencidos de su culpabilidad, probablemente encontraron en este extenso texto nuevos argumentos para condenarla (y condenarme). Probablemente si este texto trascendiera mínimamente, es probable que —como a Mirtha— me saquen de contexto, despedacen mis palabras, me hagan decir lo que seguramente no dije ni quise decir, me asocien a oscuros intereses, me ridiculicen y me insulten; aduciendo además que yo habría hecho exactamente lo mismo. En tal caso, también resultaría probable que se apodere de mí una cierta inercia a replicar esas eventuales críticas, apoyándome en aquella máxima de “no aclares, que oscurece”. ¿Por qué entonces he insistido ahora en ensayar aclaraciones que ofrecen luz y oscuridad a quienes de algún modo solo necesitan la que ya tienen. Quizás la respuesta sea lapidariamente simple. Como en el mito de Sísifo (personaje condenado a empujar eternamente una roca hacia la cima de la montaña, sabiendo que, inexorablemente, habrá de caer una y otra vez justo antes de coronar la cumbre) la inutilidad de la pasión no la priva de su carácter esencial. En última instancia la única disyuntiva de hierro es entre hablar y guardar silencio. Y yo he elegido hablar.
Por último,
aunque no parezca, el objetivo de este extenso texto no apunta a defender a la
Sra. Mirtha Legrand. Eso sería demasiado arrogante y presuntuoso, dado que
Mirtha ya demostró con creces su capacidad de defenderse sola. En rigor, el
objetivo es tomar el episodio a modo de oportunidad para describir hasta qué
punto se ha llegado con la mentada grieta en la que quedamos entrapados los
argentinos. En tal sentido, el episodio de Mirtha es apenas un ícono, un
emergente sintomático, o la punta del iceberg, del malestar que vive una
sociedad profundamente dividida. Si algo lograra al respecto, el costo que
descuento habré de pagar, bien justifica el esfuerzo realizado.
Portada
del Mito de Sísifo, de Albert Camus y Sísifo, enfrascado en su inútil tarea
Federico González
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