domingo, 24 de noviembre de 2013

Saber, querer y poder en la gestión presidencial

Luego de más de cuarenta días de incertidumbre, las incógnitas han sido despejadas: Cristina Kirchner ha retomado funciones y ha introducido cambios en su gabinete.
A nivel manifiesto, esos cambios resultan sustantivos. Con Guillermo Moreno se aleja la figura quizás más emblemática de un modo de accionar político que ha merecido un profundo rechazo de la ciudadanía.
Con la llegada de Jorge Capitanich a la Jefatura de Gabinete, la Presidenta parece inaugurar una modalidad inédita en su gobierno: ha delegado una importante cuota de la gestión.
Quienes se entusiasman con el nuevo escenario entienden que Capitanich encarna un saber hacer en materia económica y política; algo de lo que carecía Moreno.
En tal sentido, con el enroque, Cristina estaría confiriendo la cuota de poder necesario a quien sabría realmente qué hacer para que el gobierno recupere el rumbo que últimamente venía desdibujándose.
Por otra parte, en su discurso en la Casa Rosada, Cristina volvió a enfatizar la necesidad de profundizar el modelo. De tal modo, cabe sintetizar el escenario actual en estos términos: Cristina mantiene el querer y el poder; Capitanich, el saber. Por consiguiente, sólo bastaría actuar bajo esa lógica y esperar los resultados.
Sin embargo, los espíritus escépticos tienen ocasión de presentar sus reservas: ¿los males del país son el producto de un modelo equivocado que representa el objeto del deseo presidencial, o se trata de problemas de implementación capaces de ser remediados por la aplicación del saber apropiado?; ¿cuál es exactamente el rol de Axel Kicillof: la de un saber técnico complementario al de Capitanich, o el de un simple contrapeso pergeñado por la Presidenta para que el último no tenga más poder que el que ella está dispuesta a concederle?; ¿Cuál es el grado real del saber de Capitanich: es una nueva luminaria del pensamiento político económico, o apenas un típico gobernador con aciertos y fracasos relativos?
Aún en el caso de que los principales actores abrigaran las mejores intenciones para mejorar el país y que –efectivamente– Capitanich contara con el saber y poder necesarios: ¿eso resultará suficiente para lograr los cambios o, por el contrario, el paso del tiempo determinó que los males del país son ya demasiado estructurales como para que puedan revertirse en el seno mismo del gobierno donde se desarrollaron?
Querer, saber y poder representan tres condiciones básicas de la acción humana exitosa.
Como siempre, optimistas y escépticos percibirán diferentes configuraciones de esos factores luego de los cambios presidenciales.

*Director de González / Valladares Consultores.
http://www.perfil.com/columnistas/Saber-querer-y-poder-en-la-gestion-presidencial-20131124-0037.html

sábado, 16 de noviembre de 2013

¿Y ahora qué va a pasar?

Como en otros órdenes de la vida, la política puede entenderse como concatenaciones y ensamblajes entre acontecimientos y esperas. Los últimos 40 días fueron pródigos en acontecimientos (enfermedad de la Presidenta, resultado de las elecciones, fallo de la Corte sobre la Ley de Medios). Pero tanta vorágine de hechos apareció atravesada por la expectativa sobre lo que hará Cristina Kirchner cuando retome sus funciones.
Luego del alta médica definitiva, el retorno de la Presidenta resulta inminente. Lo cual actualiza recurrentes interrogantes: ¿cómo retornará?, ¿realizará cambios en su gabinete?, ¿tomará alguna medida en materia económica? Sin embargo, subsiste un interrogante subyacente al resto: ¿realizará cambios en el modelo o, por el contrario, lo profundizará?
La avidez de novedad, esa actitud existencial postulada por el filósofo Martin Heiddeger cuya expresión más simple es la ansiedad informativa, suele impulsarnos a la constante espera de que algo distinto ocurra. Por su esencia, la avidez de novedad puede propiciar confusión entre el deseo y la realidad.  Desde esa lógica, muchas voces críticas al oficialismo parecen decir: “Luego del traspié en las elecciones, la Presidenta se verá obligada a cambiar; queremos entonces enterarnos de cuál será ese cambio”.
En contraposición, los más escépticos entienden que si hay algo que Cristina nunca hará es realizar un cambio que justifique haberse anoticiado de la pérdida de alguna batalla. Argumentan, quizás con razón, que tal proceder resulta ajeno al ADN y al historial kirchnerista. Paradójicamente, la predicción de los opositores escépticos –aunque acompañada por valoraciones opuestas– suele coincidir con lo que expresa el ala dura del oficialismo, cuando insiste en sentenciar alguna variante del “ahora más que nunca es necesario profundizar el modelo nacional y popular de crecimiento con inclusión”.
En términos de la denominada teoría de juegos cabría decir que se asiste al turno de Cristina. Mientras la Presidenta no defina su juego, nadie (ni oficialistas ni opositores) tiene del todo claro qué es lo que debe hacer. En cambio, cuando Cristina esté nuevamente operativa, su estrategia habrá quedado determinada y, por consiguiente, esa incertidumbre se habrá despejado.
Si los hechos resultan tan descarnadamente elementales, es decir, si la aparición de Cristina es inminente: ¿cómo explicar la insistencia en conjeturar qué es lo que ella hará, cuando lo más sencillo sería esperar a que lo haga?
Me aventuraría a concluir que la avidez de novedad es ese sentimiento impostergable que nos impulsa a reemplazar con representaciones probables la ausencia de hechos consumados. Razón por la cual, mientras nos mantenemos a la espera de los hechos objetivos, no podemos renunciar a generar ese cúmulo de lucubraciones que nos permite aminorar la ansiedad de la incertidumbre.
Personalmente pienso que asistiremos, otra vez, a una Cristina pretendidamente distinta que no podrá dejar de deslizar que es esencialmente la misma. Pero, como tantos otros, estaré allí, expectante. Escuchando cómo la realidad del acontecimiento sustituye la irrealidad de lo conjeturado durante el tiempo de la espera. Dejándome llevar por la avidez o por el deseo secreto de que algo suceda, aun cuando descrea que eso sea demasiado distinto de lo esperado
*Director de González Valladares Consultores.
http://www.perfil.com/columnistas/Y-ahora--que-va-a-pasar-20131116-0128.html

domingo, 3 de noviembre de 2013

Los riesgos de hacerse los rulos

Domingo 27 de octubre: Luego de superar holgadamente a Martín Insaurralde por casi 12 puntos, Sergio Massa le habla al país como un auténtico líder emergente. Antes, el cuestionado Amado Boudou aparecía junto a referentes del Gobierno impostando un triunfalismo eufórico cuyo leitmotiv es que el oficialismo sigue siendo la primera fuerza política del país.
Martes 29 de cctubre: Mientras los ecos del triunfo de Massa permanecen vigentes, la Corte se expide declarando la constitucionalidad de los artículos de la ley de medios cuestionados por el Grupo Clarín.
Jueves 31 de octubre: Martín Sabbatella irrumpe en las oficinas del multimedio para comunicar que el Afsca actuará de oficio para que el grupo Clarín se ajuste a la ley.
Analistas políticos diversos señalan que con estos hechos el Gobierno habría recuperado la iniciativa política y, por ende, diluido el efecto del traspié eleccionario. Los más osados, se animan a establecer un paralelismo con el 2009, cuando —luego de triunfar — la oposición fue saliendo de escena a raíz de la ofensiva de medidas impulsadas por el Gobierno. El corolario de tal lectura los conduce a interrogarse si la suerte de Massa no será análoga a la de Francisco de Narváez.
Con independencia de su adecuación a futuro, a mi juicio tales análisis pecan de un error común: la obsesiva dramatización de lo que acontece en el día a día obnubila la visión en perspectiva. Una implicancia de ese error conduce a maximizar la sorpresa de lo que, en rigor, debía ser considerado dentro del espacio de lo posible.
En efecto, luego del triunfo de Massa y del retroceso electoral del oficialismo en las PASO, muchos analistas coincidieron en sostener acríticamente que —al quedar definitivamente sepultado el sueño de la re– reelección— el Cristi-kirchnerismo estaría llegado a su fin y, por ende, comenzaba la etapa de transición hacia 2015. Tales análisis ameritan algunas reflexiones:
Una de las reglas básicas de la estrategia es no subestimar al adversario. A mi juicio, la idea de que el kirchnerismo está derrotado y en retirada y que la Presidente ya capituló, es un error producto de confundir el deseo con la realidad.
Mi conjetura es tan simple como incomprobable: en su fuero íntimo, la Presidenta ansía secretamente que algo ocurra a efectos de “desempolvar” la re-reelección. Y, es más, no solo lo desea, sino que está decidida a hacer lo posible para que suceda. Creo que la pasión de Cristina se adecua plenamente a esos versos de Almafuerte: “No te des por vencido, ni aún vencido”. Aunque es cierto que tal sueño presidencial resulte hoy incompatible con la ley, la vocación del kirchnerismo siempre ha radicado en desarrollar los mecanismos necesarios para alcanzar sus objetivos. Es por esas razones que, ad referéndum de que la Presidente reasuma con plena salud, lo más probable es que se asista al conocido discurso de profundización del modelo antes que a capitulaciones, definiciones de sucesores o rectificación de supuestos errores.
Eso no significa predecir el futuro éxito del Cristinismo, sino advertir que no debería sorprender si continúa batallando hasta el fin. Como ya dijera la misma Presidente a los opositores: “No se hagan los rulos”

*Director de González y Valladares Consultores de Marketing Político.
http://www.perfil.com/columnistas/Los-riesgos-de-hacerse-los-rulos-20131103-0006.html