domingo, 9 de agosto de 2015

Tato, Discépolo, Sábato y el extraño caso del ser argentino (a propósito del AníbalGate y sus consecuencias)

El homenaje al gran Tato Bores me trajo reminiscencias infantiles. Muchas. Pero a veces los diques de la memoria se conectan con el ahora. Como si existiera un puente mágico que une el pasado con el presente.



Campi y su emotivo homenaje a Tato, en ShowMatch

Como suele ocurrir en nuestra querida Argentina, esta semana asistimos —una vez más— a hechos disruptivos. El AníbalGate ha conmocionado a la opinión pública.  A pocos días de las PASO, el cimbronazo de la denuncias de Jorge Lanata confirió un tinte dramático a un proceso electoral donde —últimamente—el mayor escándalo venía protagonizando por los yerros (reales, amplificados y hasta caprichosamente inventados por algunos medios) de los encuestadores.
Entonces emergió en mi mente una de las desopilantes canciones del Tato setentista, que probablemente entonaba acompañado del entrañable Dr. Ricutti. Todavía me resuena el eco de algunas de sus estrofas: “Y de adaptarnos  a un empleo aunque no sea ni lindo ni feo; y de adaptarnos a estar contentos, aunque nos llene la mufa por dentro; y de adaptarnos a cualquier cosa, siempre que no sea muy espantosa; ¡y de adaptarnos  sin saber cuándo, comenzaremos a recontra readaptarnos!
Y así, aquella evocación motivó la tentación de ensayar las consecuentes variaciones acordes a estos tiempos, pensadas desde una supuesta “clave de Tato”:
“Y de adaptarnos al Indec “trucho”, aunque la inflación no dé ni para un pucho; y de adaptarnos a las cadenas, aunque se violé también la veda; y de adaptarnos a Aimé Boudou, aunque Ciccone se la entregó a Vanderbrú (y aunque nos tome a todo por bolú) y de adaptarnos a los De Vido, aunque los pobres se caguen de frío; y de adaptarnos a Don Cristóbal, mientras la AFIP nos deja casi en bolas”.
Pero no, Tato era único y su talento no admite imitadores  (aunque, me desdigo, Campi nos emocionó el otro día) y, además, no decía malas palabras. Entonces,  ¿qué tal si probamos con Discépolo? Comencemos por lo seguro:
“Igual que en la vidriera irrespetuosa de los cambalaches se ha mezclao la vida”. ¿Pero cómo seguiría? Va a continuación aquello de que una imagen vale más que mil palabras (aunque en este caso preferimos seis):

Cambalache 2015 ¿Hará falta agregar La Biblia y el calefón?

¡Aunque Ud. no lo crea, todo esto pasó en menos de 7 días! Discepolín, ya lo dijiste y no te escuchamos. ¡No aprendimos nada! ¿Se imagina a Tato contando todo esto en su variopinto monólogo? Se me ocurre esta parte: “Tato dice “Hello, Pink House” y pide hablar con la “Presi”, pero el que lo atiende ¡es el perrito Balcarce!, quien, entre ladrido y ladrido, le cuenta que anda preocupado porque se peleó con el perrito Simón de la compañera Cristi, debido a que éste le pintó de naranja su huesito amarillo. Mientras Balcarce me despide con un ladrido PRO, me encuentro con el compañero (…)”
Pero no; no da (además, la pelea a cara de perro de la semana no fue entre Mauricio y Daniel, sino entre otros perros menos simpáticos, creo). Capitulo entonces: solo Tato (o quizás su hijo Alejandro Borenztein) podían hacer ese tipo de humor político que mezcla el ingenio con la profundidad. Buena ocasión para recordar lo difícil que resulta jugar a ser lo que no se es (solo en la Casa de Gobierno de la Provincia de Buenos Aires se aprendió a ejercer con elevada exquisitez ese extraño arte)
Entonces, ¿Qué tal si apelamos a este pasaje de “Abbadón el Exterminador”, de Ernesto Sábato? (refiere al personaje “Nacho”, quien guarda un archivo de recortes de noticias donde se contrapone lo más doloroso con lo más frívolo; por razones de espacio, se transcriben dos ejemplos que ilustran ese contrapunto:

New York , A.F.P. — El soldado Arnold W. McGill, acusado de genocidio, declaró queno sabe por qué se hace tanta alharaca con lo de la aldea vietnamita, cuando eseprocedimiento se ha seguido regularmente, como lo saben perfectamente los generales que han conducido el Pentágono. Yo no he hecho otra cosa que obedecer
órdenes que venían del capitán Medina, dijo. Y agregó: por otra parte se trataba de una aldea que nos venía molestando en toda forma.

“No todo será amargura: pronto habrá casamiento en ME LLAMAN GORRIÓN, que ha llegado a un punto decisivo, con la consiguiente ansiedad en los teleespectadores. Rosa Morelli (Beatriz Taibo) que ha tenido que disfrazarse de muchacho para conseguir trabajo como dependiente de almacén, y Gabriel Mendoza (Alberto
Martín), el alocado joven con ínfulas de play-boy, pero que ha descubierto en ella la mujer de su vida, corren un serio peligro (…)”

OK. Acepto la posible objeción: Pero dígame Sr. González, ¿No le parece que Ud. está exagerando un poco? A lo cual respondería con otra pregunta: ¿Pero no fue “Lilita” quién dijo que “A Scioli lo van a matar para que Zannini sea Presidente”? ¿Y no fue “Lilita” y otros dirigentes allegados a ella a quiénes los amenazaron con ribetes mafiosos?

A modo de síntesis:
La semana que pasó fue plena de acontecimientos políticos. Ocurrieron hechos graves, muy graves. Pero eso no bastó para que algunos dirigentes que debían haberse puesto más serios se privaran de cierta cuota de frivolidad (bajo el pretexto de que todo sirve para aumentar la visibilidad en la campaña). Con todo, la frivolidad manifiesta de estos no puede parangonarse con el fondo de mafiosidad con que otros quedaron salpicados (sean o no culpables o responsables). Lo diré en otros términos, por las dudas: si las acusaciones contra Aníbal Fernández refirieran a hechos ciertos, entonces la Argentina ya está en el abismo; si fueran falsas, se estaría ante una gravedad menor y de otro signo, pero gravedad al fin. En cualquier caso, lo menos que se espera de un dirigente es que esté a la altura de las circunstancias.
En cuanto a Tato, Discépolo y Sábato, siguen más vigentes que nunca ¡Los seguiremos extrañando!
Siempre vivos en la memoria: Tato Bores, Enrique Santos Discépolo y Ernesto Sábato

Links asociados a este artículo: