Introducción:
Convicciones, conjeturas y provocaciones operativas
Las clasificaciones
pueden esconder alguna dosis de verdad y otra de arbitrariedad. La siguiente no
escapa a esa regla: existen tres modos básicos de la opinión: 1) El modo del
pensamiento en voz alta: expresamos sin demasiado filtro aquello que se nos
ocurre, aunque aclaramos ese carácter. 2) El modo conjetural: formulamos una
hipótesis de trabajo e inferimos sus consecuencias y 3) Sentenciamos
taxativamente, si es que estamos muy convencidos.
Pero las
clasificaciones suelen también no ser exhaustivas. Es probable que algo quede
fuera del sistema categorial. Y entonces nos asiste la tentación de trascender
lo antes estipulado. Sucede que el pensamiento necesita tanto estructura como espacio
para volar. Por eso me gusta la idea de la “provocación operativa”, formulada
por Edward de Bono; ese genio olvidado del estudio del pensamiento humano. A
modo de ejemplo, utilizaré una provocación operativa para definir su esencia: “La
provocación operativa es una alquimia entre hipótesis, juego mental, ejercicio
exploratorio y ¡eslogan publicitario!”. En tal sentido, un buen titular quizás
pueda resultar un adecuado ejemplo de provocación operativa.
Explicado
esto cabe ir al meollo del asunto: “Los tres tercios tienen nombre: Patricia
Bullrich, Sergio Massa y Javier Milei”. Tal enunciado constituye la provocación
operativa central del presente artículo.
¿Escenario
de tercios o tres espacios con chances ciertas?
En su acto
del 25 de mayo, la vicepresidenta Cristina Kirchner lo sentenció con claridad y
elocuencia: “Estas elecciones van a ser atípicas. Son elecciones de tercios”. “Vamos
a un escenario de tercios”
Quien
escribe estas líneas, hace unos días respondía a quienes le consultaban al
respecto:
“A mí en la
escuela primaria me enseñaron que un tercio equivale a 0,33 periódico, o 33,3%.
Entonces acá, en sentido estricto, no tenemos tales tercios. Porque, conforme a
mis números (y el de varios colegas), Juntos por el Cambio alcanza un 32,7%, el
Frente de Todos 25,5% (siempre y cuando el candidato sea Sergio Massa) y Javier
Milei, 22,9%.” (cabe aclarar que hoy, 15 días después, esos números han
cambiado a 32,5%, 24,9% y 24,6%, respectivamente; vale decir: un tercio vs. dos
cuartos)
Agregaba
luego: “Ahora bien, si por tercios se quiere decir que hay tres espacios
políticos que tienen chances de ingresar a un ballotage y/o de alcanzar la
presidencia, entonces sí: habría tres tercios”
Agrego
ahora: “Luego del cuasi lanzamiento de Sergio Massa realizado el sábado en el
marco del Congreso del Frente Renovador, podemos ya decirlo sin eufemismos. “Los
tercios son ya una abstracción difusa para referirse a los tres únicos
candidatos presidenciales con chances reales más o menos similares: Patricia
Bullrich, Sergio Massa y Javier Milei”.
Sergio
Massa y el Congreso del Frente Renovador: “Habemus candidatum”
En el referido
Congreso del Frente Renovador, Sergio Massa dejó entrever que, con o sin PASO,
él será candidato. Abrió el camino entonces a despejar la última incógnita
relevante para que se configure el escenario electoral de 2023.
En nuestro
último estudio de nivel nacional, al evaluar 5 escenarios de intención de voto
en las elecciones PASO, los resultados obtenidos fueron contundentes: Sergio
Massa no solo aparecía como el candidato más votado del Frente de Todos, sino
como el único verdaderamente competitivo.
Conforme a
nuestra encuesta del 25 de mayo, en un escenario de PASO extendido, el Ministro
de economía obtendría 15,9% y superaba holgadamente a los restantes
precandidatos del FdT (Axel Kicillof, Daniel Scioli, Wado de Pedro, Juan
Grabois y Agustín Rossi).
Cuando se relevaban
escenarios con candidato único, el tigrense obtenía una mejor performance (24.7%)
que Wado de Pedro (14.3%) y Axel Kicillof (18.9%). Por aquellos días, ante la
pregunta sobre quién era el mejor candidato del FdT, yo solía sentenciar:
1) El único candidato competitivo que tiene el
Frente es Sergio Massa.
2) Si el Frente quiere perder, que pruebe con
otro. Entonces la derrota estará asegurada.
3) Si el Frente tiene vocación de suicidio,
entonces que pruebe con Axel Kicillof o con Wado de Pedro.
4) Si el Frente quiere una derrota épica, que
pruebe con Wado de Pedro.
5) Si el Frente quiere una derrota importante,
aunque menos épica que la obtendría con Wado de Pedro, que pruebe entonces con
Axel Kicillof.
6) Si el Frente quiere una derrota “con fe y optimismo”,
entonces que pruebe con Scioli.
7) Pero
si el Frente tiene vocación de ser. Es decir, de seguir existiendo. Entonces no
hay duda: que pruebe con Sergio Massa.
Empero,
como suele decirse, en la Argentina una semana equivale a meses. Y, por lo
tanto, desde ese 25 de mayo al 11 de junio, Wado de Pedro tuvo tiempo para ir
instalándose como un fiel “hijo de la generación diezmada”; Axel Kicillof, como
aquel que mejor capitaliza los votos de Cristina y Daniel Scioli como el
“guerrero que nunca se rinde” y promete dar su batalla con fe y esperanza.
Mientras que se iba bosquejando un contexto a base de declaraciones crípticas,
intrigas y rumores donde afloraba un manto de dudas sobre la eventual
candidatura de Sergio Massa.
Pero en los
apremiantes tiempos electorales tanta duda y misterio vienen con fecha de
caducidad predeterminada. Faltan pocos días para definir las candidaturas y no
queda demasiado espacio para las dilaciones inútiles.
El discurso
de Sergio Massa de ayer avanzó en grado sumo sobre tales definiciones. Y las
mismas justifican entonces mi primera provocación operativa: “Sergio Massa será
el candidato único del Frente de Todos, o como sea que vaya a denominarse el
espacio que representará”. 1/3 definido.
Patricia
Bullrich y Horacio Rodríguez Larreta: crece la tensión, pero “la sangre no
llegará al río” (ni siquiera “el agua llegará al cuello”)
La semana
que termina no fue pacífica para Juntos por el Cambio. Las cosmovisiones
desencontradas de Patricia Bullrich, Horacio Rodríguez Larreta, “Lilita”
Carrió, Gerardo Morales, Luis Juez y Miguel Ángel Pichetto (por nombrar solo
algunos), produjo un gran tembladeral que prohijó dos interpretaciones opuestas
del análisis político, a saber: 1) “Juntos por el Cambio corre un alto riesgo
de romperse”. 2) “En Juntos por el Cambio se asiste a los chisporroteos propios
de las disputas de liderazgo: Patricia vs. Horacio, Horacio vs. Mauricio y “Lilita”
vs. Mauricio y Patricia. Pero “la sangre no llegará al río” y, ni siquiera, “el
agua llegará al cuello”.
El eslogan
de una antigua publicidad de gaseosa rezaba así. “Aguante la sed hasta hacerla
insoportable”. En la retórica de aquel aviso mítico alguien (un náufrago en
alta mar, un peregrino en el desierto, etc.) era rescatado cuando estaba a
punto de morir de sed. Pero cuando le ofrecían el líquido salvador, optaba por
unas tentadoras papas fritas. El remate o la moraleja era simple y contundente:
el aumento de la tensión displacentera incrementa el momento del alivio
placentero. En otros términos, es bueno aguantar un poco de sufrimiento en aras
del placer mayor que se anticipa. Está arraigado en nuestra cosmovisión del
mundo: haberse enfrentado a obstáculos, peligros y superado situaciones límites,
confiere valor a la acción humana. Y representa la quintaesencia de la épica,
de la heroicidad.
El
psicólogo motivacional estadounidense Ernest Dichter, pionero del estudio de la
psicología del consumidor, desarrolló esa tesis en un libro clásico “La
estrategia del deseo”. El deseo humano no solo es el “mejor arquitecto de la
vida” (tomo prestada la brillante definición del prestigioso periodista Luis
Novaresio), sino que posee su propia lógica intrínseca. Aunque puede sonar
paradójico, existe una inteligencia inmanente al deseo humano, aunque ésta
pueda resultar más o menos inadvertida.
En su
magistral libro “El azar y la necesidad”, el biólogo evolucionista Jacques
Monod nos invita a pensar que la biología misma es la síntesis de las leyes
naturales y del azar. La teoría de la evolución ilustra claramente esa tesis.
Años
después, el pensador libanés Nassin Thaleb, en su ya clásica obra “El cisne
negro”, nos invita a pensar sobre la importancia del azar en los
acontecimientos de la vida social y política. Recordemos que para Thaleb, el
cisne negro resulta una metáfora sobre la consumación de lo altamente
improbable en nuestra vida social y personal. Aunque encierre cierto aire de
paradoja, sabemos que siempre habrá algo que nos va a sorprender; simplemente
porque no estábamos preparados para preverlo.
Siglos
antes, un adagio anónimo había anticipado algo análogo con dramatismo
existencial. “Si se declara un incendio en el agua, ¿quién podrá apagarlo?
Mirado
retrospectivamente, era difícil imaginar que Juntos por el Cambio podría estar
hoy al borde de un cisma destructivo. Pero ocurrió. Se declaró un incendio sobre
las aguas mansas de un espacio que se autopercibía como indiscutible ganador de
las elecciones. Y, por ende, que se ya se sentía como el próximo gobierno.
Solo un conspiranoico
podría pensar que este conflicto desatado por la pretensión de Rodríguez
Larreta, encaminada a agrandar el espacio cambiemita pergeñando una alianza con
el Gobernador de Córdoba, podría deberse a un plan fríamente calculado. Está
bien que Larreta tenga fama de estratega, pero, como dicen los jóvenes, en este
caso tanto maquiavelismo enrevesado, simplemente “no da”. Además de que no termina
de comprenderse. Porque si Horacio Rodríguez Larreta hubiera querido romper
Cambiemos, ¿no podría haber sido más explícito o directo? Ciertamente, tal
hipótesis destructora, “no da”
Seamos
razonables. Los actores políticos planifican para maximizar sus beneficios y,
para eso, elaboran estrategias. Pero como las negras también juegan, cuando las
fuerzas políticas antagónicas chocan en el campo de operaciones, suelen
engendrar emergentes impensados. Que parecen obras del azar. O de lo
imprevisto. O de “diablos que meten la cola”.
Así es la
política. Como la vida. Muchos hechos suceden más allá de las voluntades de las
partes, pero, al mismo tiempo, acontecen justamente por las mismas voluntades
de las partes que, al chocar, enhebran azares.
Ciertamente,
desde una mirada parsimoniosa, podría decirse que tanto a Horacio Rodríguez
Larreta como a Patricia Bullrich le asisten razones políticas atendibles para
sostener sus posiciones. Veamos:
Desde su
“burbuja política”, Horacio podrá insistir con aquello de la necesidad de sumar
para ganar y cuestionar cierta tendencia a la endogamia que habría afectado al
gobierno de Mauricio Macri y podría, de no mediar los recaudos necesarios,
repetirse ahora. La inteligencia política correctiva debería ser un buen
remedio y vamos entonces “Juntos con Schiaretti”. Y los que no lo entiendan (léase
Patricia y Mauricio) están sencillamente equivocados y solo consiguen negarse
al crecimiento del cambio, en nombre de un sectarismo exagerado, bravucón e
inconducente.
Por su
parte, desde la “burbuja política” de Patricia, se sostiene que el único cambio
legítimo debe contener el ADN de la convicción, el coraje y la pureza. Parafraseando
aquellos versos de Lao-Tse que inician el Tao Te Kin (“El Tao que se puede
nombrar no es el verdadero Tao”), “El Cambio que se puede mezclar no es el
verdadero Cambio”. Encarnemos entonces el cambio profundo, el verdadero, o solo
seremos más de lo mismo. Es decir, nada más que un nuevo fracaso. Es decir:
Nada.
Además,
agrega Patricia y enfatiza Mauricio (palabra más, palabra menos): la decisión
de Horacio fue incomprensible, inadecuada, torpe, inconsulta, temeraria e incoherente
respecto de los intereses de Juntos en Córdoba, etc., etc. Y, agrega y enfatiza
Patricia (palabra más, palabra menos), parece más bien movida por el objetivo
inconfeso de Horacio de “sumar para su quintita y en mi contra, sin medir las
consecuencias que tiene para el espacio”.
Desesperaciones
de quienes se saben perdiendo, pensarían en el entorno de Patricia sobre las
razones que animan a Horacio.
Entonces,
¿habrá ruptura o habrá fumata de la paz? Para responder a este interrogante
ensayaré mi segunda provocación operativa. Esta vez en clave de narrativa más
elaborada:
Primará la
cordura sobre la ruptura. Porque ¿a quién la conviene ahora una ruptura? Hay
que ser demasiado pasional o estar demasiado loco para tirarse un tiro en los
pies. O tener vocación suicida. O una alta dosis de temeridad (eufemismo para
denominar a la valentía irracional). Y Horacio no tiene nada que ver con eso.
Porque Horacio es un ser racional. Un ajedrecista del poder. Que acaso calculó
mal su jugada. Al fin y al cabo, hasta los grandes maestros de los trebejos
como Garry Kasparov o Bobby Fischer, también perdían partidas.
Ok, se preguntará
el lector: ¿Pero de esta, como se vuelve? ¿De qué podría disfrazarse Horacio si
una voluntad superior le termina vetando su “gran acuerdo gran” con Juan Schiaretti
y el cordobesismo extendido hacia un centro federal, tan impreciso como real?
Los
refranes populares siempre son útiles para responder a dilemas aparentemente
insolubles. “Si hay miseria, que no se note”, acude raudamente a mi mente. Para
transformase inmediatamente en: “Si hay derrota que no sea humillante”. Que sea
un pequeño traspié, una derrotita edulcorada. Pergeñemos una puesta en escena. “Dadme
una derrota digna para que pueda seguir andando con la frente alta”. O al menos,
para que no tenga que “volver con la frente marchita”.
Quien
escribe estas líneas (provocación operativa) ya lo anticipó el mismo día de la discordia:
“Denme un Espert y, a cambio, sacrifico un Schiaretti”. Es una buena fórmula
para que Horacio pueda retirarse airoso y así poder seguir luchando por su candidatura.
Con la frente alta. Al menos podría disfrazar el infortunio en una especie de empate
técnico. Y, por supuesto, reclamando la firma de un pliego de condiciones que
compense la retirada con el pago en especies de algún tipo: candidaturas,
armados, alguna ayudadita para el amigo Gerardo Morales (“estaba tan alterado,
que me acicateó a riesgo de que el agua casi llegó al cuello”), etc. “Si
quieren la paz y no la ruptura, entonces denme algo para que la derrota no sea
tan dolorosa”.
Al fin y al
cabo, hablando se entiende la gente. Y nosotros somos gente civilizada. No esos
innobles salvajes que abundan por otros lares. Y la política es el arte de lo
posible. Y yo, Horacio, soy un hombre de diálogo, de consensos, de negociación.
Un arquitecto del poder. A mi manera. The
end.
Y entonces
vivieron felices. Porque salvaron su causa. Pero (…)
“Lo que no
mata, te fortalece”, sentenciaba Friedrich Nietzsche. Pero ¿a quién
fortalecería ahora? Ya lo dije en otro texto: Como en la dialéctica del amo y
el esclavo hegeliana, existe un instante mítico en que dos se miran y ya se
sabe quién es quién.
Entonces
cabe la segunda provocación operativa: “No habrá ruptura y Patricia Bullrich
será la candidata de Juntos por el Cambio porque le ganará holgadamente las
PASO a Horacio Rodríguez Larreta”. Primero, porque solo basta mirar los números
que se consignaron arriba: Patricia Bullrich, 20.6%; Horacio Rodríguez Larreta,
7.0%. ¿Game over?
Pero, además, debido a que lo que no mata aquí
fortalece por partida doble. Porque, por un lado, aunque sin estridencias,
Patricia Bullrich saldrá airosa del conflicto desatado por Horacio Rodríguez
Larreta. Pero, contrario a lo que prescribe el análisis político que suele dejarse
llevar por las primeras impresiones, este conflicto intestino de Juntos por el Cambio,
lejos de hacerle perder votos al espacio, contribuirá a favor de la potencial
ganadora. Porque la cobertura mediática que tuvieron Patricia (y también Horacio)
durante estos intensos días, hicieron que su nivel de conocimiento se elevara
ostensiblemente.
Como sucede
con los escándalos de la farándula. Al fin y al cabo, en la política
espectáculo y farandulesca de los tiempos líquidos, el escándalo da rating. ¿O
no sucedía eso en el “Gran Hermano”? Que es “primo hermano” de la política.
Aunque no nos guste reconocerlo.
Entonces,
culminando la narrativa provocadora y operativa: “Patricia Bullrich emergerá de
las PASO como una líder ganadora e indiscutida. Convirtiéndose entonces en la
candidata legitimada de Juntos del Cambio. Nacerá así una nueva estrella política
en el firmamento vacío por las ausencias de Cristina y Mauricio”. 2/3 definido.
Javier
Milei: El tercio seguro de un león sin presa
El análisis
de Javier Milei en el marco de este artículo será minimalista. No porque sus
chances resulten menores. Sino porque su puesto en la terna de los tercios está
ya asegurado. No obstante, sea porque aplica al caso o por un exceso de
simetría, podemos reservar alguna provocación operativa para el libertario. En
este caso en clave de paradoja.
Milei tiene
su tercio asegurado porque no debe competir en ninguna interna. Lo cual no
sorprende: Milei es Milei. Demasiado ego como para admitir alguna osada “sombra
brillante”, como la de un Carlos Maslatón.
Respecto de
la carrera presidencial, Javier Milei correría entonces con ventaja: ¡Es el
único presidenciable con chances que ya llegó a las PASO! Y, sucumbiendo a la
metáfora fácil y simplista, va a llegar entero y fresquito. Sin necesidad de
haber dejado jirones de integridad en el camino. Al menos no los del fuego
amigo (a pesar de que las “elogiosas críticas” de Maslatón, desmientan esto)
Pero,
¡cuidado!, como decía nuestro filósofo porteño Guillermo Francella en aquel
gracioso sketch (que acaso hoy sería cancelado): “¡Ojo!, no es lo que parece!”
Porque, ya lo dijimos antes a propósito de Patricia, y podemos —en parte—
extenderlo ahora aplicado a Sergio: “Lo que no mata, fortalece”
Lo cual amerita un interrogante más pedestre que filosófico: ¿Qué pesa más al
llegar a las elecciones generales: el training de haber ganado batallas previas
y, eventualmente, portar la corona de gloria obtenida ante el adversario
vencido; aunque se llegue con los magullones propios de la contienda?, ¿O la
cómoda soledad de no haberse desgastado previamente, pero tampoco haberle ganado
a nadie en el camino?
Javier
Milei se autopercibe como un león, como el macho alfa de la manada. Como un
incendiario “anticasta” que “los va a sacar a patadas en el c (…)”. Pero,
provocación operativa, ¿no podría ocurrir que ese león salvaje que Milei se imagina,
luego de las PASO sea apenas un león herbívoro que se habría limitado a pastar tranquilo,
mientras que, por ejemplo, Patricia vendría de un triunfo épico ante el Jefe de
Gobierno porteño? Y Sergio Massa, si fuera candidato, ¿no lo sería también por
haberse sobrepuesto a las veleidades de Alberto Fernández y a las pretensiones
tardías de Daniel Scioli? Tanto como al purismo sectario de La Cámpora, a la
exultancia de “Wadito” (el hijo más dilecto de la generación diezmada) y a la
exasperante ambivalencia dilatoria de Cristina.
¿Quién
sabe? Al menos yo no estoy tan seguro. Porque hoy no vengo a sentenciar
certezas sino, apenas, a bosquejar provocaciones operativas.
Aunque sí
tenga las mismas convicciones que tenemos casi todos: “En la teoría de los
tercios, Javier Milei corona el entero. 3/3.
Síntesis
Solo tres
candidatos tienen chances ciertas. Los tres tercios tienen nombre y apellido: Patricia
Bullrich, Sergio Massa y Javier Milei. “El resto es paisaje” (tomo prestada la
frase del Maestro Jorge Asís; la dijo tiempo atrás, cuando todavía Cristina y Mauricio
formaban parte del listado de los posibles)
Y eso tiene
más el aura de la sentencia que la provocación operativa.
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