domingo, 28 de diciembre de 2014

Monótono cierre del año electoral

La primera conclusión que se desprende de nuestra última encuesta electoral es su estancamiento monótono, bastante alejado de la vorágine que suele caracterizar a la política nacional. La leve ventaja de Sergio Massa sobre Daniel Scioli (29% vs. 27,1%, respectivamente), acechados por Mauricio Macri (21,1%), semeja una foto congelada en el tiempo.
Aunque es justo reconocer que el líder del PRO es quien más ha crecido durante el año, también cabe destacar que ese ciclo parece haberse detenido. Algo similar sucede con las candidatura de Daniel Scioli y de Sergio Massa, quienes no terminan de superar la módica barrera de los treinta puntos.
Quizás lo único que se ha definido en 2014 es el nacimiento, apogeo y declinación del Frente Amplio UNEN. Aquella fuerza que emergió con vigor prometiendo constituirse en una alternativa no peronista hoy languidece fragmentada y sin rumbo, luego del autoboicot infligido por Elisa “Lilita” Carrió.
Al margen de excepciones puntuales, lo cierto es que la regla que caracterizó al año fue la de expectativas desmentidas por la morosa realidad. Así, los sciolistas vieron desinflarse el globo de una candidatura capaz de perfilarse ganadora en primera vuelta a partir de una bendición presidencial que no llegó hasta ahora. Por su parte, los massistas quizás hayan comprobado lo que ya sabían: una candidatura presidencial no puede solidificarse a partir de la espuma triunfal de una legislativa. Mientras que los macristas quizás debieron percatarse de que el Metrobus y el latiguillo de la “nueva forma de hacer política” no alcanzan para ingresar a un ballottage.
No obstante, cabe reconocer que tampoco se corroboraron las profecías negativas realizadas sobre cada una de esas fuerzas políticas. Por un lado, los opositores más duros volvieron a decretar prematuramente el fin del ciclo kirchnerista. Por otro, un oficialismo sangrante por la herida se equivocó al sentenciar que Massa correría idéntica suerte a la de De Narváez. También se equivocaron quienes subestimaron el potencial del PRO más allá de la General Paz, atribuyéndole un techo ideológico que parece más un prejuicio de élites intelectuales que una realidad de los votantes.
En contraposición, quizás cada uno de los candidatos haya forjado algún mérito que justifique su permanencia en carrera. El de Daniel Scioli tal vez sea su permanente temple para capear los temporales de afuera y de adentro. El de Mauricio Macri, haber instalado la idea de que un gobierno no peronista es una posibilidad real. Por último, el mérito de Sergio Massa quizás radique en permanecer a flote sin el salvavidas que confiere una gestión.
Seguramente, esos módicos méritos no bastan para que ninguno finalice el año exultante. No obstante, darse cuenta de su insuficiencia quizás motorice proyectos capaces de entusiasmar a una ciudadanía cuya apatía refleja el vacío de la política actual.

*Director de González y Valladares Consultores.
http://www.perfil.com/columnistas/Monotono-cierre-del-ano-electoral-20141228-0025.html

domingo, 14 de diciembre de 2014

Siete años de cristinismo

Esta semana se cumplieron siete años del mandato presidencial de Cristina Kirchner. En diciembre de 2007, la Presidenta asumía luego de ganar en primera vuelta con el 45%. Durante la campaña, bajo el eslogan “Cristina, Cobos y vos”, había prometido fortalecer las instituciones, una asignatura pendiente en el gobierno de Néstor Kirchner.
Desde aquel momento sucedieron muchos hechos que impactaron a la opinión pública. Una enumeración asistemática incluiría: la crisis del campo, la crisis financiera, la estatización de las AFJP, la derrota ante Francisco de Narváez, el decreto de asignación universal por hijo, el Fútbol para Todos, el enfrentamiento con el Grupo Clarín, la Ley de Medios, el fallecimiento de Néstor Kirchner, la reelección con el 54%, el Boudougate, la tragedia de Once, la reestatización de YPF, el intento de reformar la Justicia, el intento de re-reelección, el Báezgate, la derrota ante Sergio Massa, la reforma del Código Civil, la crisis del dólar, el desborde inflacionario, los fondos buitre y el default, la reforma del Código Procesal Penal, etc.
Transcurridos años y acontecimientos, las valoraciones sobre el kirchnerismo siguen radicalizadas. Así, a la época ganada se le opone la década perdida; a la promesa de institucionalización, la evidencia de control del Parlamento y la Justicia; al relato del modelo de crecimiento con inclusión, la gravedad de la inflación, la corrupción, el narcotráfico y la inseguridad; a la magnificencia del relato, la crudeza de la realidad. La metáfora de “la grieta” expresa el dramatismo de visiones antagónicas irreconciliables.
La selectividad de la percepción es un clásico principio epistemológico que sostiene que sólo vemos lo que podemos o queremos ver; el resto lo ignoramos o negamos.
La grieta. Los kirchneristas creen en las buenas intenciones declamadas por la Presidenta, a las que ven plasmadas en actos de gobierno investidos de virtud. Los hechos contrarios son negados o atribuidos a maldades ajenas.
Los antikirchneristas, en cambio, parten de un supuesto distinto al que aplican una lógica similar: la única intención kirchnerista no es el bienestar del pueblo sino la conservación y acumulación del poder. En consecuencia, la razón anti K advierte que detrás de cualquier medida aparentemente noble, se esconde un verdadero fin de carácter innoble.
La fórmula de cada cosmovisión resulta simple, casi de sentido común. Para un espíritu K, la acumulación de poder no es un defecto, sino una necesidad para enfrentar a los enemigos del pueblo. Para un espíritu anti K, en cambio, las supuestas virtudes del Gobierno no han sido más que subterfugios demagógicos para afianzar el poder. Dentro de un año Cristina Kirchner deberá entregar el poder a su sucesor. Entonces la grieta formará parte de la historia. O no.

*Director de González Valladares Consultores.
http://www.perfil.com/columnistas/Siete-anos-de-cristinismo-20141214-0055.html

domingo, 7 de diciembre de 2014

La negación de lo evidente como práctica política

El juez Claudio Bonadio investiga una causa por irregularidades de una empresa, que podrían vincularse con el delito de lavado de dinero. La empresa es propiedad de la presidenta Cristina Kirchner. El kirchnerismo reacciona denunciando al juez para lograr apartarlo de la causa. Es evidente: el Gobierno preferiría que la Presidenta no fuera investigada.
El oficialismo logra sancionar la ley de reforma del Código Procesal Penal. Detrás del loable fin de mejorar la Justicia ­–otorgando mayor poder para que los fiscales investiguen– se agazapa un velado intento de controlarla. En efecto, el Anexo II de la ley autoriza a la procuradora general, Alejandra Gils Carbó (quien ha dado sobradas pruebas de su ferviente militancia K), a designar 1.700 cargos sin concurso en el Ministerio Público. Es evidente: la posible designación de funcionarios adictos puede convertirse en un escudo protector para garantizar la futura impunidad de funcionarios acusados de corrupción.
Hace unos días, el ministro Axel Kicillof declaró que una inflación del 40% es una “sensación térmica” que pretenden instalar las consultoras privadas. En septiembre de 2012, cuando la inflación ya orillaba el 25% anual, la Presidenta sentenció, ante un auditorio en la Universidad de Georgetown, que “si la inflación fuera de 25%, el país estallaría por los aires”.
Por su parte, Aníbal Fernández, en sus épocas de ministro, aseveraba que la inseguridad también era apenas una sensación; aunque años más tarde se encargó de negar sus propios dichos a través de las volteretas argumentales a las que es afecto.
Una vez más resulta evidente: el Gobierno kirchnerista ha exhibido una patológica compulsión a negar la realidad y la magnitud de graves problemas, como la inseguridad, la inflación y la corrupción. Hoy lo sigue haciendo. Y probablemente lo hará hasta el fin de su mandato.
La negación es una de las formas más elementales de la mentira. También constituye la base del autoengaño. Uno de los posibles destinos de quien miente es terminar creyendo su propia mentira. Ya lo aludía Borges, citando a Novalis: “El mayor hechicero sería aquel que se embrujara él mismo al punto de tomar sus propias fantasmagorías por apariciones autónomas”. Podría agregarse: de tanto jugar a ser un personaje, éste termina entonces tomándolo a uno.
¿Creerá realmente el Gobierno en sus propias mentiras o éstas serán apenas la expresión de una orquestada impostura?
Quizás la negación sea la moneda corriente de un tiempo político plagado de relatos y relatores. Acaso sea la expresión más salvaje de un gobierno cuya obsesiva ansia de poder ha anestesiado su conciencia. Al fin y al cabo, la conciencia es el último bastión capaz de inhibir la mentira. Claro, siempre que no esté embriagada por el éxtasis del poder.
*Director de González Valladares Consultores.
http://www.perfil.com/columnistas/La-negacion-de-lo-evidente-como-practica-politica-20141207-0022.html