Círco mediático
5 de julio, 17.30 hs. Aún hay mucha gente votando. Pero
desde las pantallas de TV algunos conductores y analistas discuten si Lousteau
debería o no bajarse. Ensayan argumentos varios. Distinguen entre deber formal
y razón política. Hablan con ligereza, con ese fondo tan típicamente argentino
que mezcla cinismo, autosuficiencia y frivolidad. Parecen la barra del café del
“rioba” devenida ahora en estrella del análisis político.
20 hs. Llegan los primeros cómputos oficiales que anticipan
la tendencia del resultado: Horacio Rodríguez Larreta no supera los 46 puntos y
habrá ballotage. Ya hay un 30% del padrón escrutado. Sin embargo, parece que
esos datos no contaran. En el fondo, sobrevive la falsa certeza de que alcanzará
el 50%, o casi. Sucede que los “expertos” dan por descontada la verosimilitud de
una profecía sentenciada irresponsablemente, antes del mediodía, por un famosos
gurú político.
20.30 hs. Uno de los conductores pregunta al encuestador
invitado qué datos maneja. La respuesta del devenido analista parece decepcionar:
“¡Ninguno, solo los que estoy viendo en la pantalla!” Luego intenta ensayar una
reflexión. Pero lo interrumpen, como si no importara. Los conductores parecen jugar
a la falsa duda pero, en el fondo, los habita la certeza del cuasi 50%. Fuera
de cámara, sentencian que el resultado es irreversible e inexorable. Se auto
validan regodeándose en el goce de saber lo que otros no saben: “Es así, ya van
a ver”. El invitado mira azorado.
Presiones salvajes
Al otro día, con los números ya consumados, sobreviene la
andanada feroz. El episodio de la TV podría
haber sido una expresión del groupthink (tendencia irracional a sesgar el
pensamiento por imperio de la presión grupal). Pero ahora la cosa iba en serio.
Entonces la Intelligentsia del “círculo rojo”, despliega sus
mejores plumas para instar a que Martín Lousteau —devenido en hereje del
fundamentalismo pseudo republicano— se baje del ballotage. El formato elegido fue la “sutil persuasión
intimidante”. El contenido, una mezcla de moralismo republicano y pragmatismo
eficaz y —secundariamente— la apelación al despropósito que significaría para
el erario incurrir en un gasto innecesario ante la irreversibilidad del
resultado final. La meta: Lousteau debe renunciar a su osadía personal en
salvaguarda de los altos intereses del establishment.
La paradoja republicana
Lo más “curioso” del argumento “pro destituyente”, es su
fondo paradojal. En su declaración de principios, “Cambiemos” nació para
defender a “La República” de los atropellos del Kirchnerismo en contra de sus
instituciones. Pero ahora, los mismos ideólogos que abrazaron esa causa
pretenden que debe soslayarse la institución misma del ballotage, en aras de la
batalla mayor que Mauricio Macri debe librar contra las malvadas fuerzas antirrepublicanas.
En fin, no más que una burda variante de aquello de que el fin justifica los
medios. O de que los opuestos terminan igualándose.
Reflexión final: Aquel
encuestador sin cifras recuerda algo que leyó siendo estudiante secundario. En
su imperfecto recuerdo, Salvador María del Carril habría instigado al General Lavalle
para que fusilara a Manuel Dorrego con el fin de salvar al país del flagelo de
la disgregación. Pero el cénit que inviste de dramatismo aquella remembranza es
la frase con que Juan María del Carril cerraba su presión a Lavalle “Este
pueblo espera todo de usted y usted debe darle todo. Cartas como esta se
rompen”. Los tiempos han cambiado. Por
suerte, no hay fusilamientos (la diferencia entre el ayer y el hoy es inconmensurable).
Pero tampoco vergüenza. Ahora las presiones se ventilan en forma pública y sin
anestesia. Como si fuera virtud.