domingo, 1 de marzo de 2015

La certeza y la duda

El juez Daniel Rafecas desestimó la denuncia de Alberto Nisman contra Cristina Kirchner. Su sentencia implica un alivio para el Gobierno y aparece en un momento oportuno para la movilización oficialista de hoy en apoyo de la Presidenta.
En cambio, la misma sentencia significa una decepción para las voces opositoras y, quizás, para muchos ciudadanos que marcharon el 18F reclamando verdad y justicia. Como suele ocurrir, la sentencia de un juez, lejos de esclarecer sobre el alcance de la verdad, termina resultando un hecho político exhibido como trofeo por sus beneficiarios, mientras confirma el escepticismo de la contraparte política y de la ciudadanía.
La política se expresa a través de actores que tienden a configurar los hechos de modo  acorde a sus propósitos. No es casual que la epistemología que dirige sus acciones aparezca bajo la estructura de la certeza. En tal sentido, Cristina y Lilita, aunque se ubiquen en las antípodas, representan los casos paradigmáticos del político que siempre se muestra como un omnisciente conocedor de la verdad, cuya revelación surge como producto de su lucidez.
La Justicia, en cambio, supone una lógica exhaustiva y sistemática para descubrir y justipreciar los hechos a fin de discriminar entre lo verdadero y lo falso, y como condición para expedirse sobre culpabilidades e inocencias. La Justicia se funda entonces en un escepticismo preliminar para arribar a una verdad final.
La opinión pública se adscribe mejor al orden de las conjeturas transformadas en certezas. Estas pueden resultar a favor o en contra de alguien, o en contra de todos los actores políticos. Así, quienes simpatizan con el Gobierno creen que la denuncia de Nisman se fundaba en una mentira para perjudicar a la Presidentea y, por eso, perciben la sentencia de Rafecas como un acto de justicia. En contraposición, los espíritus anti K creen en la verdad de la acusación de Nisman y piensan que Rafecas fue presionado por el Gobierno para cerrar el caso. Por último, la legión de los escépticos generalizados termina por dudar de todo y de todos. Quizás algo más grave: en rigor, este escepticismo ciudadano se define no por la duda sino por la certeza de que tanto la política como la Justicia son simulacros al servicio de la mala fe. Más allá de la sentencia de un juez, cuando Cristina pronuncie su discurso una multitud devolverá sonrisas y aplausos. Pero también habrá miles de miradas que creerán asistir a un nuevo acto de una misma y ancestral impostura.
*Director de González Valladares Consultores.
http://www.perfil.com/columnistas/La-certeza-y-la-duda-20150301-0044.html